Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire. (1 Corintios 9.26 RVR60)
Hace muchos años, un joven boxeador de peso pesado, ganó el título mundial de boxeo. Era un golpeador potente, fuerte como un toro. Pero su reinado fue corto, porque no había aprendido a evitar que lo golpearan. Además, tenía un problema de falta de disciplina en su vida social. Como resultado, al poco tiempo perdió su título.
La experiencia de este boxeador se repite con demasiada frecuencia en la «arena espiritual» de la vida de muchos de nosotros. Muchos cristianos talentosos empiezan muy bien en su servicio al Señor, pero sin un plan global para conquistar al enemigo, pronto terminan derrotados. Muchos aprendemos a golpear, pero no a evitar los golpes que nos pueden dar nuestros enemigos, Satanás, el mundo y la carne. Y al igual que este joven, terminamos perdiendo. Esta ilustración me hace recordar lo que el apóstol Pablo le dijo a Timoteo:
Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera. (1 Timoteo 4.7–8 RVR60)
El apóstol Pablo sabía de lo que hablaba, porque tal como leemos en el versículo del encabezado, en su batalla contra el pecado, trataba de que cada uno de sus golpes fuese eficaz; no quería ser como un boxeador cuyos puñetazos golpeasen tan solo al aire, sino que fueran con un propósito bien medido. Este mismo apóstol le dijo a los corintios:
No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado; antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra; por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo. (2 Corintios 6.3–10 RVR60)
En estas palabras de Pablo vemos la estrategia necesaria para resistir las batallas espirituales y para vivir una vida efectiva de servicio al Señor. En el ejemplo del apóstol vemos que la vida cristiana requiere compromiso, conocimiento, aguante y amor, los cuales se obtienen por medio del poder del Espíritu Santo. Así que, si queremos tener una vida cristiana victoriosa necesitamos una amplia estrategia para ganar.
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