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Piedras de Aneyoshi



El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. (Juan 3:18)


El 20 de abril de 2011, el periódico The New York Times, publicaba un artículo sobre la aldea de Aneyoshi en Japón, donde existen una serie de monolitos de piedra con advertencias contra los tsunamis. Parte del artículo mencionaba lo siguiente: Los residentes dicen que esta advertencia de sus antepasados ​​mantuvo a su pequeño pueblo de 11 hogares fuera del alcance del mortal tsunami que el mes pasado arrasó con cientos de kilómetros de la costa japonesa y alcanzó niveles récord cerca de aquí. Las olas se detuvieron a solo 90 metros debajo de la piedra.


Estas piedras de las que habla el artículo tienen una inscripción que dice lo siguiente: Habitaciones en alto traen paz y armonía a nuestros descendientes. Acuérdense de la calamidad de los grandes tsunamis. No construyan casas más debajo de este marcador. Pero a pesar de esta advertencia, muchos de los residentes en la costa de Japón no tomaron en cuenta la sabiduría dejada por sus ancestros. No así en la aldea de Aneyoshi, donde sí hicieron caso, sus casas quedaron intactas. 


Estos hechos verídicos que acabo de relatar nos hacen pensar en la advertencia escrita por el profeta Amós, quien dijo: «prepárate para venir al encuentro de tu Dios» (Amós 4:12).


El evangelio que se ha estado predicando desde hace más de 2000 años y se levanta como una de estas rocas de advertencia, llamando a todos a buscar refugio en Jesús. Y así como las piedras de tsunamis, el evangelio advierte del terrible peligro que corre alma humana que muere sin haber recibido salvación. Y además, el evangelio llama al arrepentimiento por los pecados cometidos; asimismo a depositar la fe en el Señor Jesús.


Muchos japoneses ignoraron las múltiples advertencias y lo perdieron todo. Ahora, si usted sigue el ejemplo de aquellos sabios japoneses que sí hicieron caso a la advertencia de sus ancestros y como ellos busca refugio, que en este caso es Jesús, usted no sufrirá ninguna pérdida. Pero si, por el contrario, usted desestima esta advertencia y llega a morir sin Cristo, dice Dios que su destino será la condenación eterna de su alma, por no haber hecho caso de lo que él le dijo y usted será el único culpable.

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