Alexis Sazo
Pensando en el cielo

Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre. (Salmos 16:11)
En un devocionario clásico titulado: El reposo eterno de los santos, el pastor y escritor puritano Richard Baxter (1615–1691), escribió: «¿Por qué no están nuestros corazones fijos en el cielo todo el tiempo? ¿Por qué no moramos allí en constante contemplación? […] inclina tu alma para que estudie la eternidad, ocúpate de la vida venidera, acostúmbrate a tales contemplaciones y no dejes que esos pensamientos sean ocasionales y superficiales, sino antes bien sumérgete en las delicias del cielo».
Ese es un consejo sano para todo creyente. En vez de pasar todo nuestro tiempo pensando «en dónde estamos» en esta vida, nosotros como creyentes en Jesucristo, también necesitamos pensar en dónde estaremos en la eternidad. Recordemos lo que dijo el Señor Jesús:
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. (Juan 14:2–3)
Como dice en el versículo del encabezado, en aquel glorioso día estaremos disfrutando las «delicias a tu diestra para siempre». Pero no necesariamente tenemos que esperar hasta alcanzar aquel día, sino que podemos comenzar a disfrutarlo desde ya, como decía aquel escritor puritano.
Baxter prosigue señalando cuatro beneficios que da pensar en el cielo: Nos protege de las tentaciones, porque mantiene el corazón centrado en lo que agrada a Dios; mantiene el vigor de la vida cristiana; es medicina para nuestras aflicciones, alegrando nuestro espíritu y aliviado nuestro sufrimiento; y nos convierte en aliento para nuestros hermanos peregrinos.
Con esto en mente hagámonos la misma pregunta que Baxter: «¿Por qué no están nuestros corazones fijos en el cielo todo el tiempo?»