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Peligros en la libertad



Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. (Gálatas 5:13)


La libertad es peligrosa en manos de los que no saben usarla. Por eso a los criminales se les confina tras rejas, alambres de púas, barras de acero y muros de concreto. Imaginemos dejar una fogata encendida en medio de un bosque seco sin ningún tipo de precaución, pronto se convertiría en un infierno abrasador. Del mismo modo la libertad sin vigilancia puede crear caos.


En ninguna otra parte esto es más evidente que en nuestras vidas como creyentes. Los cristianos somos libres de la maldición de la ley (Gálatas 3:13), de su condenación y del poder de esa ley que produce sentimientos de culpa. El temor, la ansiedad y la culpa son sustituidos por la paz, el perdón y la libertad. Asimismo, hemos sido hechos libres del pecado por el poder de Dios. El Señor Jesús dijo: «Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres» (Juan 8:36). ¿Quién podría ser más libre que aquel que es libre en lo profundo de su alma? Pero ahí es donde fallamos muchas veces, porque usamos el regalo de la libertad que nos ha dado Dios para vivir egoístamente y haciendo lo que se nos antoja, muchas veces en contra de los designios divinos. De ahí la advertencia de Dios:


Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna. (1 Corintios 6:12)


Conforme a las Escrituras, el uso correcto de la libertad en Cristo es: «una fe que obra por el amor» (Gálatas 5:6), «para servirnos mutuamente» (Gálatas 5:13). Cuando confiamos en el Espíritu Santo y empleamos nuestras energías en amar y obedecer a Dios, lo que se manifiesta en ayudar a otros, las obras destructivas de la carne son refrenadas por Dios (Gálatas 5:16–21). Por tanto, usemos siempre nuestra libertad para edificar, no para derribar.


Vuelvo a decir que al igual que el fuego incontenible, la libertad sin límites es peligrosa; pero cuando permitimos que Dios regule aquella libertad, esta pasa a ser una bendición para todos quienes nos rodean y evitamos peligros en la libertad dada por Él.


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