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Para Dios todos viven



Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven. (Lucas 20:38)


Hay muchas personas que están convencidas de que la muerte significa el fin del ser humano. No creen en una vida después de la muerte ni en la resurrección de los muertos. Cuando el Señor Jesús vivió en esta tierra, existía una secta judía llamada los saduceos, que tenían esta misma creencia. En cierta ocasión, estas personas le hicieron una pregunta capciosa al Señor Jesús acerca de una situación que ponía en ridículo el hecho de la resurrección (Mateo 22:23–33). Al contestarles, el Señor afirmó claramente que existe una vida después de la muerte, como asimismo una resurrección; pues dijo:


Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios [...] Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. (Mateo 22:29–32)


Para Dios todos viven, porque nadie se puede escapar de su mirada. Su Palabra dice: «Los ojos de Jehová están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos» (Proverbios 15:3).


Lamentablemente, existen personas que se suicidan pensando que con la muerte acabarán todos sus problemas y padecimientos; no obstante, nadie puede huir de la presencia de Dios.


¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. (Salmos 139:7–8)

La Palabra de Dios es clara en cuanto a la resurrección de los muertos. El Señor Jesús dijo: «No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación» (Juan 5:28–29). El divino Juez les pedirá cuentas de todas sus malas obras y los condenará.


Sin embargo, felizmente, no es necesario que las cosas lleguen a este punto. Quien acude al Señor Jesús con corazón arrepentido y le confiesa sus pecados, recibe perdón de pecados y la vida eterna. Para tal alma, la muerte es solo un oscuro pasaje hacia un glorioso porvenir, y no teme a ella, porque está preparado para «partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor» (Filipenses 1:23).


Entonces, ¿cuál será su decisión? ¿Acudirá a Cristo hoy o seguirá viviendo como hasta ahora? Porque recuerde: «Para Dios, todos viven».


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