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Olvidar a Dios

  • 5 feb 2022
  • 2 Min. de lectura


¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. (Isaías 49:15)


En una ciudad francesa las autoridades municipales habían organizado una pequeña ceremonia para homenajear a la persona más anciana del ayuntamiento, quien acababa de pasar la barrera de los cien años. La periodista de la prensa local le preguntó porqué creía que había vivido tantos años. A lo que la anciana le respondió sonriendo: «Creo que el buen Dios me olvidó en la tierra».


Sin embargo, sabía muy bien –o debería saber– como cada uno de nosotros, que Dios no olvida a nadie. Él tiene en su mano el alma de todo ser humano, así lo dice su Palabra: «En su mano está el alma de todo viviente, y el hálito de todo el género humano» (Job 12:10). No solo nos conoce a cada uno, sino que sabe todo de nosotros: «Has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos» (Salmos 139:2–3).


Dios no nos olvida, pero lo importante es que lo hagamos a la inversa, que nosotros, sus criaturas, no nos olvidemos que hay un Dios en los cielos a quien un día tendremos que darle cuentas. Para quien no conoce a Dios como el salvador personal de su vida, olvidar la existencia de Dios y olvidar sus mandamientos y exigencias, significa exponerse a la pérdida eterna de su alma en el infierno.


Por eso es que Dios nos diga:


Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento (Eclesiastés 12:1)


Olvidar a Dios es una tragedia, una que le podría costar muy caro. Deje de vivir como si no existiera o como si nunca tuviera que presentarse delante de Él para darle cuentas. Acérquese a Él ahora mismo con un corazón arrepentido, reconociendo sus pecados, reconociendo que ha vivido su vida sin tomarle en cuenta, pídale perdón. No rechace más la invitación que le hace Dios:


Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. (Isaías 55:7)


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