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Obediencia, el ejemplo de María de Betania



Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. (Isaías 6:8)


El escritor Mark Twain, se encontró con un negociante sin escrúpulos en Boston durante sus viajes, el cual se jactaba diciendo que nadie jamás lograba salirse con la suya una vez que él había decidido hacer algo. Y agregó: 

—Antes de morir voy a hacer un peregrinaje a la Tierra Santa. Voy a escalar el Monte Sinaí; ¡y cuando llegue a la cumbre, voy a leer los Diez Mandamientos en voz alta a todo pulmón! Sin impresionarse, Twain respondió: —Tengo una mejor idea. Quédate en Boston y guárdalos.


El otro día estaba leyendo la porción en Juan 11 sobre la resurrección de Lázaro, y no pude dejar de notar los siguientes versículos: 


Habiendo dicho esto, fue y llamó a María, su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama. Ella, cuando lo oyó, se levantó deprisa y vino a él. (Juan 11:28–29)


Meditaba en la obediencia de María, pues, a penas, su hermana le dijo que el Señor le estaba llamando, se paró sin demoras y salió a toda prisa para encontrarse con Él, lo cual me llevó a pensar: —¿Tengo esa misma actitud de obediencia? Siendo completamente honesto, debo responder con un rotundo: no. En general, como creyentes, no respondemos con tanta premura a los llamados del Señor. Por el contrario, a veces, tomamos la actitud de Moisés, poniendo excusa tras excusa para no obedecer al llamado de Dios (leer Éxodo 4:1–17). 


Mis hermanos, a lo largo de las Escrituras, encontramos muchos llamados de Dios hacia los suyos, pero en María, vemos un buenísimo ejemplo para nosotros. Cuando oyó el llamado del Señor, a través de su hermana Marta, no tardó ni un segundo en responder, ni puso excusas para venir al encuentro con Jesucristo. Sí, es cierto que, como creyentes, ya hemos respondido al llamado de Dios para salvación, pero ¿y qué de los demás que encontramos en su Palabra?


Pidámosle al Padre que nos ayude a seguir el ejemplo del Señor, primeramente, y de nuestra hermana María, para que seamos hijos verdaderamente obedientes para con nuestro Dios. 

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