Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan… pero los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. (Isaías 40:29-31)
La disminución progresiva de las energías fósiles como el petróleo y el gas, junto a los problemas ambientales creados por la energía atómica, han llevado a buscar nuevas fuentes de energía no contaminantes para satisfacer las crecientes necesidades del hombre. Así aparecieron los aerogeneradores en los campos, los paneles solares fotovoltaicos sobre los techos de los edificios, la energía geotérmica, y desde hace poco se intenta explotar la energía de las corrientes marinas.
Sin embargo, ¿necesitamos renovar energías solo en el plano material? Cuando sobreviene el desempleo, la enfermedad o problemas familiares, enseguida nos abatimos, nos desanimamos. «Cuide su mente a través del deporte», «explote al máximo sus recursos naturales», dicen los periódicos. ¡Pero esas energías también son limitadas!
Necesitamos una «nueva energía», una renovación de nuestro espíritu, aquella que solo la fe puede producir. El Señor renueva en nosotros esa energía, esa esperanza, por medio del Espíritu que nos ha dado. Se trata de ser «llenos del Espíritu» (Efesios 5:18) y de alabar al Señor. El que cree, confía y se apoya en Dios, ha encontrado la verdadera fuente de esa energía espiritual y moral. Esta le es comunicada mediante la lectura de la Palabra de Dios, la cual vivifica, transforma y obra en todo su ser. El creyente experimentará entonces lo que el apóstol afirma: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13).
Fuente: La Buena Semilla
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