No tenga tu corazón envidia de los pecadores, antes persevera en el temor de Jehová todo el tiempo. (Proverbios 23.17 RVR60)
¿Por qué un cristiano debería sentir envidia de los inconversos? ¿Acaso anhelamos lo que ellos tienen? ¿Por qué desearíamos obtener beneficios temporales acá en la tierra cuando nos esperan cosas mejores en el cielo? Bien nos dijo el Señor Jesús:
No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. (Mateo 6.19-20 RVR60)
Nos cuesta creerlo y sobre todo, obedecer lo que dijo nuestro Señor, pues nos afanamos haciendo tesoros en esta vida. Quizás sea porque vivimos en una sociedad obsesionada con lo material, el poder adquisitivo, las propiedades, los vehículos, la tecnología de última generación, etc. y el mundo nos ha infectado con sus pasiones y deseos (1 Juan 2.15-17). No obstante, como creyentes, no podemos desear lo mismo que el mundo.
En el evangelio de Lucas encontramos el relato de tres hombres anónimos, dos de ellos le dijeron al Señor que lo seguirían y otro de ellos fue llamado por el mismo Señor Jesús para que le siguiera. Vamos qué dice su Palabra:
Y mientras ellos iban por el camino, uno le dijo: Te seguiré adondequiera que vayas. Y Jesús le dijo: Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza. A otro dijo: Sígueme. Pero él dijo: Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre. Mas Él le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú, ve y anuncia por todas partes el reino de Dios. También otro dijo: Te seguiré, Señor; pero primero permíteme despedirme de los de mi casa. Pero Jesús le dijo: Nadie, que después de poner la mano en el arado mira atrás, es apto para el reino de Dios. (Lucas 9.57–62 LBLA)
El primer hombre parecía estar dispuesto a todo, pero el Señor, como conoce el corazón de los hombres (Juan 2.24), sabía que él no estaba dispuesto a vivir sin las comodidades materiales de esta vida y por eso le dijo que lo que dijo. Básicamente le dijo: Mira, las zorras con sus guaridas y las aves que tienen nidos tienen más comodidades que yo, que soy el creador de este mundo.
El segundo, fue llamado directamente por el Señor, sin embargo, el hombre puso sus deseos antes que los del Señor, pues deseaba hacer algo personal antes de seguir al Señor, es decir, él mismo y sus deseos estaban por sobre el Señor. Él le dio una oportunidad de seguir lo mejor, de dejar sus propios deseos egoístas por algo muchísimo mejor.
Mientras que el tercer hombre le dijo que lo seguiría, pero al igual que el primer hombre, vemos que en su corazón no estaba dispuesto a hacerlo, porque su familia estaba primero que el Señor. ¿Y qué dijo Jesús acerca de este hombre? Que no era apto para el reino de Dios. Por eso el Señor Jesús dijo:
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. El que ama a su hijo o hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará. (Mateo 10.37–39 RVC)
En consecuencia, si no lo dejamos todo para seguirlo a Él (tal como hicieron los apóstoles), sencillamente no somos dignos de Él.
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