Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio. (Salmos 18:2)
Max, un niño de dos años, tenía bien puesto su cinturón de seguridad en el asiento de la camioneta de su abuelo. Estaba esperando que su papá y su abuelo terminasen de hablar para ir a dar un paseo. Su madre lo vio, se acercó y le tocó la cabeza para llamar su atención, y le dijo: «¿a dónde vas, Max?» «No sé» —contestó levantando sus manos y sus hombros. «¿Qué vas a hacer?» —preguntó la madre. «No sé» —fue la respuesta del niño. «Bueno —preguntó la mamá— ¿quieres entrar a casa conmigo?». «No» —dijo rápidamente el niño—, al tiempo que se arreglaba y aseguraba su cinturón de seguridad en el asiento de la camioneta, mientras esperaba a su abuelo.
«Ese niño me enseñó una lección que necesitaba aprender en aquel momento» —dijo su madre después—. Pronto iba a tener otro bebé y tenía razones para sentirse insegura del futuro incierto que le esperaba con aquel nuevo hijo. Ella agregó: «El niño no sabía a dónde iba ni lo que iba a hacer, pero confiaba en su abuelo completamente. La confianza de Max en su abuelo es la clase de confianza que necesito tener en mi Padre celestial».
Puede que usted se encuentre en uno de esos momentos en que no sabe qué es lo que le espera, o no sabe qué hacer con algún tema crítico en su vida, o posiblemente sea que está teniendo problemas (de salud, financieros, matrimoniales, etc.) y está en la incertidumbre de cómo podrá seguir en su vida. Bueno, pensar como aquel pequeño es lo que siempre necesitamos hacer. Por eso el Señor Jesús dijo: «De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mateo 18:3).
Cada uno de nosotros, debe aprender a confiar en Dios como un niño pequeño. Los niños no se preocupan de los detalles, ellos confían en sus padres o abuelos para esas cosas. Del mismo modo nosotros, tenemos que aprender a dejarle los detalles a Dios y sencillamente abandonarnos en sus brazos. Dios quiere que confiemos de esa manera, lo suficiente como para que digamos como el profeta Isaías:
He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí. (Isaías 12:2)
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