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  • Foto del escritorAlexis Sazo

No puedo cambiar a Jesucristo



Ellos perecerán, mas tú permanecerás; y todos ellos como una vestidura se envejecerán; como un vestido los mudarás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán. (Salmos 102.26–27 RVR60)


Un creyente estadounidense que es ciego, en su computadora tenía un programa que le leía los libros en inglés; y con ella estudiaba también la Biblia. Una vez le comentó a un amigo suyo que el programa pronunciaba mal algunas palabras, las cuales le producían risa. Le dijo: «Durante mucho tiempo la computadora pronuncia mal las palabras ‘Santa Biblia’, hasta que averigüe cómo cambiarla». Pero hubo una cosa que nunca pudo cambiar, porque el programa pronunciaba «Jesucristo» en español. «El programador era hispano —dijo el hombre ciego con una sonrisa— y se aseguró de que ‘Jesucristo’ no se pudiera alterar nunca».


Al leer esta anécdota, me hizo meditar en lo inalterable de nuestro Dios. No importa lo que el mundo quiera hacer, o algunos creyentes en nuestros días, no podemos cambiar a Dios para acomodarlo a nuestro gusto, porque Él siempre resistirá cualquier tipo de alteraciones que queramos hacerle. Así como aquel programa, no podemos cambiar a Jesucristo, pues es inalterable, tal como leemos en Hebreos:


Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. (Hebreos 13.8 RVR60)


Desde un punto de vista positivo y esperanzador, cuando la vida es inestable, los creyentes tenemos el consuelo de que nuestro Salvador no cambia, es el mismo sin importar el tiempo; sin importar que nosotros seamos inconstantes, Él sigue siendo el mismo. Por eso el apóstol Pablo decía: «si somos infieles, Él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo» (2 Timoteo 2.13 LBLA).


Por otro lado, desde un punto de vista negativo, nada de lo que hagamos cambiará a Dios y a su Palabra. Digo que es negativo para aquellos que buscan que Dios y su Palabra se adapte a ellos y no a la inversa, como es lo normal. Bien dijo el Señor:


Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. (Mateo 5.18 RVR60)


Y también dijo: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. (Mateo 24.35 RVR60)


¡Qué fácil es olvidar que nos acercamos al Señor para ser transformados, no a la inversa! Alabado sea nuestro Dios, su Palabra, y su amor, los cuales son perfectos e inalterables.


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