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No nos metas en tentación (7)



Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. (Mateo 6:13 RVR60)


Experimentar el perdón de Dios no debe volvernos tolerantes con respecto al pecado. Al contrario, cuando más conscientes somos de la gracia de Dios, tanto más debemos temer de deshonrarle. El Señor Jesús nos enseña a implorar la protección divina para no ser vencidos por las tentaciones.


Durante nuestras vidas, las tentaciones pueden surgir en circunstancias adversas, tales como la enfermedad, la pobreza o la humillación. Corremos el riesgo de endurecernos, de volvernos amargos y dudar de la bondad de Dios. Pero las tentaciones también nos acechan cuando la vida nos sonríe. Entonces, es grande el peligro de caer en el orgullo y el egoísmo.


De hecho, la tentación nos confronta a una elección: o hacemos nuestra propia voluntad o confiamos en Dios para obedecerle, cueste lo que cueste. Lo cierto es que todos nos sentimos débiles ante tal elección. Por esta razón le pedimos humildemente a Dios que no seamos expuestos a la tentación ni colocados en situaciones en las que el mal podría dominarnos. Y conociendo nuestra debilidad, nosotros mismos buscamos evitar esas ocasiones.


Por lo tanto, agregamos a nuestra oración: «Líbranos del mal». Al hacer esto, reclamamos un favor que está a nuestro alcance por la victoria de Jesús en la cruz del Calvario, victoria sobre el mal, sobre el tentador y sobre el mundo.


Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 8:37–39 RVR60)



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