Alexis Sazo
¡Nada adentro!

Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. (Mateo 7:22–23)
En una biblioteca municipal se utilizaban imitaciones de madera de libros son los cuales estaba grabada la mención: «Nada adentro», los cuales eran usados para rellenar estantes vacíos. Cuando el encargado de la biblioteca compraba libros nuevos, sustituía esas imitaciones por los verdaderos libros. Así los estantes siempre parecían completos.
Existen muchas personas que dicen ser cristianas, pero al igual que con los libros falsos, no tienen «Nada dentro». Pablo le dijo a Timoteo: «También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos… que tendrán apariencia de piedad [énfasis añadido], pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita» (2 Timoteo 3:1–2, 5). Estas personas, quizás fueron bautizados, quizás hasta tuvieron instrucción religiosa, sin embargo, nunca recibieron la salvación gratuita que Dios nos ofrece. Sí, «tendrán apariencia de piedad», pero no conocen el poder de la nueva vida que da Cristo. Podrán engañar a muchos, no obstante, «nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz» (Lucas 8:17).
Ser hijos de Dios, es decir, ser cristianos, no es parecer serlo, no es actuar de cierta forma para que otros vean «lo que soy», sino que es manifestar exteriormente el cambio que ha ocurrido interiormente. Todo verdadero creyente sabe que desde el momento en que conoció al Señor Jesús como su salvador, su vida dio un giro en 180º.
El Señor Jesús dijo: «Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos» (Mateo 7:16–18). Tarde o temprano, estas personas, mostrarán su verdadera naturaleza. Y tristemente, estos «libros vacíos» pueden causar mucho daño en las iglesias locales. Lo importante, mis hermanos, es obedecer el mandamiento de Dios: «Mirad que nadie os engañe» (Mateo 24:4).
Si usted es una de estas personas, le invito a que se vuelva a Cristo de corazón, que deje de fingir lo que no es, se arrepienta de sus pecados y crea que solo el Señor Jesús le puede salvar y hacerlo un verdadero creyente.