
Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. (Efesios 2.13–16 RVR60)
Muchas veces pensamos en Dios como si viviera en algún lugar muy lejano, –allá arriba en el cielo o más allá de la galaxia más lejana– al que no tenemos acceso. Nada más errado, porque Él está más cerca de lo que imaginamos.
Antes de que el Señor muriera en la cruz del Calvario y derramara su sangre, el pecado nos separaba de Dios (Isaías 59.2) y éramos sus enemigos (Romanos 5.10), pero por su sacrificio en la cruz quitó de en medio el pecado (Hebreos 9.26), y debido a esto es que podemos entrar en su presencia, al Lugar Santísimo donde mora Él (Hebreos 10.19). Sin embargo, como decía antes, Dios no nos mira desde su alto trono sin tener contacto con nosotros, todo lo contrario, ya que el Señor dijo: «El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él» (Juan 14.23 RVR60).
El Dios trino puede hacer una morada con nosotros, es decir, estar aún más cerca de lo estamos al momento de convertirnos. Aunque la promesa del Señor para que tanto Él como su Padre moren en nosotros (ya que el Espíritu Santo ya mora en nosotros según leemos en 1 Corintios 3.16), tiene una condición y esa es amarlo, lo cual se expresa al guardar sus mandamientos, esto es, a través de la obediencia a su Palabra.
Y si bien Dios es omnipresente (está en todo lugar), ya que dijo: «¿Se ocultará alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?» (Jeremías 23.24 RVR60). No obstante, nosotros sus hijos, podemos tener una relación de íntima cercanía con Él; en otras palabras, podemos tener al trino Dios morando con y en nosotros, la clave es la obediencia a su Palabra.
Entonces, ¿quiere a Dios morando cerca suyo? ¿O lo prefiere mantener a distancia haciendo su voluntad sin considerar su Palabra, viviendo como usted desea sin considerarlo a Él?
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