En mi primer año de universidad, tuve un profesor que nos dijo algo que me quedó grabado para siempre:
“Ustedes tienen mentalidad de una persona pobre que quedó damnificada; porque cuando se les cae la casa por un desastre natural y los entrevistan en la tv no dicen: Perdí mi casa y necesito si me pueden donar madera, clavos, un serrucho y un martillo para levantar mi casa. No, lo típico que hacen estas personas es todo lo contrario, pues dicen: necesito que alguien me regale una casa. Y si alguien lo hace, se quedan esperando a que otro se la levanten, mientras ellos miran de brazos cruzados.”
Lamentablemente la cristiandad de hoy está igual, esperamos a que nos den todo hecho, que quienes son los ancianos o pastores nos den la solución a todos nuestros problemas, pero queremos fórmulas que no acarren esfuerzo para solucionar nuestras vidas. En otras palabras, buscamos soluciones fáciles y rápidas. Y esto es más profundo aun, porque siempre esperamos que otro nos provea del alimento espiritual; que el anciano o el pastor sea quien nos de un mensaje edificante, porque no somos capaces de ponernos a estudiar las escrituras para compartir lo que hemos aprendido con otros. En otras palabras, esperamos que quienes administran las congregaciones nos den el alimento espiritual mientras estamos cómodamente sentados.
Los cristianos de hoy ya no escudriñamos la Palabra de Dios, siendo que tenemos mandato de ello (Juan 5.39). Lo peor de todo es que recibimos los mensajes que nos dan sin ningún análisis de lo que se nos entrega en la congregación y lo más terrible es que ni siquiera verificamos si lo que nos dijeron era cierto; siendo que tenemos mandato divino de no hacerlo así:
Antes bien, examinadlo todo cuidadosamente, retened lo bueno. (1 Tesalonicenses 5.21 LBLA)
A decir verdad, todo creyente debería ser como los judíos de la sinagoga de Berea (Hechos 17:11-12). No obstante, el cristiano de hoy dejó de leer la palabra de Dios, dejó de obedecerla porque no la conoce y dejó de tener sabiduría porque ya no le temen a Dios.
El mundo nos enseña acerca de soluciones “fáciles y rápidas”, pero nosotros no debemos vivir a la manera del mundo, no debemos imitarlos (Romanos 12.2). Porque bien dice la palabra de Dios: Ustedes, los que esperan en el Señor, ¡esfuércense, y cobren ánimo! (Salmos 31.24 RVC).
Debemos trabajar para Dios; y esta debe ser nuestra pregunta constante: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Porque no podemos mantener la biblia cerrada y nuestras rodillas paralizadas (Hebreos 12:12-13), mientras esperamos que nos vaya bien en la vida. Si no obedecemos a Dios, porque no sabemos qué quiere, ¿cómo recibiremos el bien de Dios? Si no practicamos sus obras ¿cómo vamos a recibir apoyo de Dios?
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