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Mayor es el que sirve



Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo. (Mateo 20:25–27)


Un suboficial estaba dirigiendo las reparaciones de un edificio militar durante la revolución norteamericana. Daba órdenes a gritos a los soldados que tenía bajo su mando tratando de lograr que levantaran una pesada viga de madera.


Mientras los soldados luchaban en vano para colocar la viga en su lugar, un hombre que pasaba por allí se detuvo para preguntar al que estaba encargado por qué no ayudaba a los otros hombres. Con toda la pompa de un emperador, el soldado a cargo respondió: «Señor, ¡yo soy un cabo!»


«¿De veras? —contestó el que pasaba— no sabía». Luego, quitándose el sombrero y haciendo una reverencia, dijo: «Disculpe, cabo». Entonces el extraño dio unos pasos y se unió a los soldados para ayudarlos a levantar la pesada viga. Cuando el trabajo estuvo terminado se volvió y le dijo al cabo: «Señor, cuando tenga otro trabajo así y no tenga suficientes hombres, envíe a llamar a su Comandante en jefe, y yo vendré a ayudarle por segunda vez». El cabo quedó estupefacto, pues la persona que hablaba era el general Washington.


Dios mide la grandeza por el servicio. El Señor Jesús puso el ejemplo, porque aunque era Dios y digno de todo honor, tal como dice su Palabra: «no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20:28). Por lo tanto, si queremos ser grandes a los ojos de Dios, debemos servir. ¿Estamos sirviendo a otros? ¿O esperamos que otros nos sirvan?


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