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Mantener la esperanza en estos días



En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.(Efesios 2.12 RVR60)


Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti. (Salmos 39.7 RVR60)


De la noche a la mañana, sin darnos cuenta, nuestras vidas fueron cambiadas; al comienzo no entendíamos nada, todo era una nube de desconocimiento cargada temores. Hasta antes de esta pandemia, generalmente, las enfermedades raras y contagiosas estigmatizaban a uno o dos continentes en el inconsciente colectivo, tal fue el caso de la gripe porcina y la gripe aviar. O esto es lo que pensábamos hasta que nos dimos cuenta de que además del comercio, las enfermedades también se han globalizado y no solo eso, sino que viajan tan rápido como las compras que hacemos en AliExpress, Amazon o Wish.


Con el pasar de los días -durante el pasado año 2020-, hubo meses de interminable encierro, en los que todos los medios de comunicación hablaban de la esperanzadora promesa de una posible vacuna, la cual estaría disponible, dentro de unos años más; la cual mirábamos como una luz al final del túnel.


Los controles y cuarentenas debido a la pandemia se tornaron cada vez más estrictos, mientras nosotros nos preguntábamos hasta cuándo va a durar todo esto. Hoy estamos ad-portas de una vacunación que podría significar, si bien no el fin de la enfermedad, pero sí una posibilidad de control y reducción de los daños que ha producido esta pandemia; o por lo menos eso es lo que nos prometen los gobernantes mundiales, que son los mismos que todavía nos mantienen encerrados y controlados.


Luego de haber lidiado con esta situación durante todo el año pasado, puedo decir con absoluta certeza, la palabra que se mantiene en el colectivo global es “esperanza”, esperanza no solo de que un día todo volverá a la normalidad, sino una esperanza continua, porque sin esperanza nadie habría ido al trabajo caminando, en bicicleta o en cualquier otro medio de transporte a trabajar, esperando seguir proveyendo el sustento diario.


La Biblia basa la esperanza del creyente en una palabra diferente, es decir, en la fe, la que se define como la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11.1 RVR60). Pero a diferencia de la esperanza incierta que se guarda sobre el fin de la pandemia a nivel mundial, por parte de los inconversos, la fe que poseemos los creyentes tiene un fundamento sólido, el cual se yergue sobre algo ciertísimo (Dios); esperanza que ha sido prometida por alguien que no miente, no cambia y no se equivoca:


Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos. (Romanos 8.24, 25 RVR60)


Esta es lo que nos diferencia de los inconversos, ellos ponen su fe en vacunas y gobernantes, mientras que nosotros ponemos nuestra fe en Dios y decimos tal como David: Mi esperanza está en ti. Nosotros no desesperamos (o no deberíamos), porque no depositamos nuestras esperanzas para el futuro en hombres impotentes, ya que hacer eso es una maldición:


Esto dice el Señor: «Malditos son los que ponen su confianza en simples seres humanos, que se apoyan en la fuerza humana y apartan el corazón del Señor. Son como los arbustos raquíticos del desierto, sin esperanza para el futuro. Vivirán en lugares desolados, en tierra despoblada y salada. »Pero benditos son los que confían en el Señor y han hecho que el Señor sea su esperanza y confianza. Son como árboles plantados junto a la ribera de un río con raíces que se hunden en las aguas. A esos árboles no les afecta el calor ni temen los largos meses de sequía. Sus hojas están siempre verdes y nunca dejan de producir fruto. (Jeremías 17.5–8 NTV)


No olvidemos en quién hemos creído y quién es nuestra esperanza.


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