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Luz en la oscuridad



No escondas de tu siervo tu rostro, porque estoy angustiado; apresúrate, óyeme. (Salmos 69:17 RVR60)


Los cristianos que pasan por el túnel oscuro de la depresión tienden a centrarse tanto en sus pecados, como en sus debilidades y en sus fracasos, e incluso hasta pueden desear la muerte. Sin embargo, Dios utiliza aquellos duros momentos para que le conozcan mejor y a su inagotable gracia.


En 1964, Alan Redpath, antiguo pastor de la iglesia Moody de Chicago en E.E.U.U., se hundió en las profundidades del desaliento después de sufrir un derrame cerebral que lo dejó al borde de la muerte. Posteriormente escribió haber tenido pensamientos terriblemente malvados: «¡Oh, Señor —pedía en oración— llévame ahora mismo!» Fue entonces que sintió que el Señor le decía: «Soy yo, tu salvador, quien ha ocasionado esta experiencia en tu vida para mostrarte que esa es la clase de persona que serías siempre de no ser por mi gracia».


Como decía, muchas veces Dios debe remecer nuestras vidas para que oigamos su voz, tal como dice su Palabra: «Sin embargo, en una o en dos maneras habla Dios; pero el hombre no entiende» (Job 33:14 RVR60). La experiencia de aquel pastor, me hace recordar la actitud del profeta Elías tras huir por su vida, cuando le dijo a Dios: «Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido» (1 Reyes 19:4–5 RVR60). La depresión, en el caso de Elías, fue causada por un agotamiento tanto físico como emocional, la cual se convirtió en el espejo de la verdad de Dios para permitirle ver de nuevo la maravillosa luz de la gracia y el amor de Dios.


La depresión es un estado terrible en la vida de cualquier persona y puede tener un sinnúmero de causas, pero lo importante es esto: Que Dios no nos deja, ni nos abandona dejándonos a nuestra suerte, sino que nos dice:


No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo. (Isaías 41:10, 13 RVR60)


Vaya al Señor, acuda a Él por fuerzas (Isaías 40:28–29), por consuelo (2 Corintios 1:3–5) y para dejarle todas sus cargas, ya que Él amorosamente prometió:


Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. (Mateo 11:28 RVR60)


En Dios hay una luz al final del túnel. No se quede en la oscuridad, sino que vaya a la luz de Dios.


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