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Luchando por la fe en tiempos de apostasía



Amados, por el gran deseo que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo. (Judas 3–4)


El apóstol Judas nos presenta un desafío claro y urgente: contender ardientemente por la fe. En un mundo que se aleja cada vez más de los principios bíblicos, donde falsas enseñanzas y doctrinas se infiltran en la iglesia, la defensa de la verdad se convierte en una prioridad. Y en su Palabra se nos advierte de aquellos que, bajo una fachada de piedad, pervierten la gracia de Dios para justificar su comportamiento impío, distorsionando el mensaje puro del evangelio.


La fe en Jesucristo no es un concepto abstracto, sino una verdad inmutable que ha sido dada a los santos, a los creyentes, para que la guarden, vivan y proclamen. Este llamamiento a contender por la fe no es una lucha física, sino espiritual. Es un llamado a permanecer firmes en la Palabra de Dios, a rechazar las mentiras del enemigo y a no comprometer la verdad por la comodidad o el conformismo.


Así como Judas advierte, hay quienes buscan desviar a los creyentes con falsas doctrinas. Por tanto, necesitamos estar firmes en el conocimiento de la Escritura para discernir la verdad del error. Además, la gracia no es una licencia para pecar, sino el poder para vivir una vida transformada y santa. Es por esto que no debemos permitir que nadie degrade la santidad del mensaje de Cristo. Finalmente, nuestra defensa de la fe no se basa en nuestras propias fuerzas, sino en la victoria de Cristo en la cruz. Al estar arraigados en Él, tenemos la confianza de que ya hemos vencido al mundo y sus mentiras.


Este pasaje de Judas nos recuerda que la fe es un tesoro invaluable que debemos proteger y vivir, confiando en el poder y la verdad de Dios en cada paso del camino. ¿Estamos dispuestos a ello?

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