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  • Foto del escritorIris P.

LOS TIEMPOS DE DIOS



Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. (Isaías 55.9)

Lo que Dios quiere de nosotros no siempre es lo que nosotros queremos para nosotros mismos y para nuestras vidas. Cuando nuestros deseos no están en conformidad con los de Dios, tendemos a sentirnos afligidos y a veces hasta “abandonados”. Y claro, son de ese tipo de cosas de las que aprovecha nuestro enemigo el diablo para hacernos caer. De ahí el mandato de Dios a que estemos continuamente en alerta:

Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. (1 Pedro 5.8-9 RVR60)

Tal como dice el versículo de Isaías 55, nosotros no entendemos en el momento lo que Dios está haciendo en nuestras vidas; tampoco tiene obligación de darnos razones de lo que está haciendo con nosotros, porque Él es el Soberano, Dios creador de todo lo que existe y nosotros no somos más que barro. Pero el Señor Jesús, conociendo nuestra naturaleza nos dejó dicho esta hermosa promesa:

Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. (Juan 13.7 RVR60)

Como sus hijos, Dios quiere que dependamos de Él completamente, que aprendamos a esperar pacientemente en Él. Nadie dice que esto sea fácil, pero es lo que quiere Dios de sus hijos, es decir, la dependencia absoluta. De ahí el llamado del Señor:

En verdad os digo: el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él. (Lucas 18.17 LBLA)

Porque al igual que los niños pequeños que dependen enteramente de sus padres, nosotros como creyentes debemos depender completamente en nuestro Dios. Aunque, claro, como el sistema del mundo es manejado por el maligno, hace lo opuesto a lo que Dios desea, ya que nos enseña a no depender de nadie. Por eso es que nosotros fuimos sacados del mundo y ya no andamos en la corriente de este (Efesios 2.1-3). Nuestro mandamiento es a depender enteramente del Señor, así lo dijo él:

Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. (Juan 15.5 RVR60)

Hermanos, aprendamos a ser pacientes, así como a confiar en Dios y en su voluntad, porque su voluntad es perfecta.


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