Alexis Sazo
Los olvidados

Sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia. Es a Cristo el Señor a quien servís. (Colosenses 3.24 LBLA)
En las escrituras existen muchas personas que no sabemos sus nombres, pero que se mencionan porque hicieron alguna cosa en particular. Por ejemplo, en 1 Samuel 30.11-18 encontramos un esclavo egipcio que fue dejado atrás por estar enfermo. No sabemos su nombre, pero la información que le dio a David permitió derrotar a los amalecitas y recuperar a toda su familia.
Hace unos días, leía de aquel muchacho que tenía cinco panes de cebada y dos peces, los cuales sirvieron para alimentar a miles de personas (Juan 6.9). No sabemos nada de él, pero ¡qué manera de ser útil! Y justamente hoy leía del dueño del pollino que montó el Señor Jesús en su entrada triunfal a Jerusalén (Marcos 11.1-6). Y qué del dueño del aposento alto donde el Señor celebró la pascua con sus apóstoles (Lucas 22.11). También viene a mi mente aquel muchacho, sobrino de Pablo que le salvó la vida cuando más de cuarenta hombres habían jurado que no probarían comida y bebida hasta que no dieran muerte a Pablo (Hechos 23.16-22).
En nuestro mundo de hoy, hay muchas personas cuyos nombres nunca se publican, que no reciben conocimiento y no escuchan el aplauso de los demás. Muchos oran fervientemente; otros que son pobres dan de sus pocos bienes haciendo un gran sacrificio para el Señor; mientras que hay otros que sufren pacientemente por Cristo. Y que hablar de las incontables madres cristianas que cuidan calladamente de sus familias; o aquellos hombres y mujeres que valientemente testifican del Señor a sus compañeros de trabajo y vecinos. Puede que jamás se les alabe o siquiera se les mencione acá en la tierra, pero tal como el verso del encabezado recibirán la recompensa de la herencia, porque sirven a Cristo.
Mis hermanos, aún cuando nadie le reconozca jamás en este mundo todo lo que usted hace en silencio para el Señor, sin pompas ni fanfarrias; un día recibirá su recompensa, porque el Señor Jesús dijo:
Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa. (Mateo 10.42 RVR60)
Así que, no desmayemos, sigamos adelante, porque quien nos recompensará es el Señor cuando estemos con Él en su gloria.