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  • Foto del escritorAlexis Sazo

Episodio #56: Los estándares de Dios



 

Nota: Esta es la transcripción de un episodio del podcast Edificados en Cristo. Para escuchar el episodio del podcast hacer click aquí.

 

¡Sean todos muy bienvenidos a un nuevo episodio más en su podcast Edificados en Cristo! Mi nombre es Alexis. Y el día de hoy les traigo un episodio titulado: Los estándares de Dios. Pero antes, demos paso a la intro y los veo enseguida.


Dice la Palabra de Dios:


Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. (Isaías 55.9)

Como seres humanos, tenemos la mala costumbre de humanizar a Dios, al tratar de modificar sus estatutos, ordenanzas y estándares para que calcen con los nuestros, ya que muchas veces nos parecen que son “excesivos”. Pero para aquellos que piensan de esta forma, la Palabra de Dios nos dice lo siguiente:


Amar a Dios significa obedecer sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga difícil de llevar. (1 Juan 5.3 NTV)

Por ejemplo, si miramos uno de estos estándares de Dios, ¿cuál diría usted que es el estándar para el perdón que Dios nos pide como creyentes? Piénselo por un momento.


Quizás, usted entiende que el perdón que Dios nos pide, es uno en el que solo involucra a nuestros sentimientos. Permítanme poner un ejemplo, supongamos que usted le confía un secreto muy personal y vergonzoso a un familiar suyo y le dice explícitamente que no se lo cuente a nadie, pero este familiar no lo hace y cuenta su secreto a otros. Usted se entera, se enfada muchísimo, obviamente, y le encara por la deslealtad que cometió contra usted, a lo que este familiar, como respuesta a su llamado de atención, le pide perdón. Entonces, usted como creyente -y obedeciendo el mandato de Dios- le perdona, pero no olvida lo que pasó. ¿Es ese el perdón que Dios nos pide? La respuesta es no. Escuche lo que dice Dios en su Palabra:


Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. (Colosenses 3.13)

Por lo general, nosotros pensamos que perdonar a alguien que nos ha ofendido implica únicamente que dejemos de sentir rencor, rabia, dolor o tristeza por lo que nos hicieron; sin embargo, el perdón que nos demanda Dios va mucho más allá. Acabo de leer que nosotros debemos perdonar de la misma manera en la que el Señor Jesús nos perdonó. Pero ¿cómo es ese perdón? Veamos qué nos dice su Palabra acerca de cómo nos perdona Dios a nosotros. Dice así:


Volverás a tener compasión de nosotros. ¡Aplastarás nuestros pecados bajo tus pies y los arrojarás a las profundidades del océano! (Miqueas 7.19 NTV)

Entonces, lo que vemos en este versículo es que Dios destruye nuestros pecados y se deshace de ellos en un lugar inalcanzable. Pero ¿qué más nos dicen las escrituras acerca del perdón de Dios? Escuche:


Yo, sí, yo solo, borraré tus pecados por amor a mí mismo y nunca volveré a pensar en ellos. (Isaías 43.25 NTV)

Podemos ver entonces que el perdón que Dios nos exige como creyentes va más allá de nuestros sentimientos, pues nos demanda que olvidemos la transgresión que se nos ha hecho, ya que de esa forma es cómo perdona Dios, es decir, ese es el estándar para el perdón que se nos exige por parte de Él. Puede que alguno piense que eso es muy extremista o muy “radical” (palabra tan de moda en estos días), pero como ya dije, es lo que Dios nos demanda, nada menos.


Entonces, si nosotros fuimos ofendidos por alguien y este alguien nos pidió perdón y nosotros solo hemos dejado de tener sentimientos contrarios hacia esa persona, pero seguimos recordando lo que nos hizo, conforme a los estándares de Dios, significa que no hemos perdonado. Y con respecto a esto, su Palabra nos dice:


Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. (Mateo 6.14–15)

Por lo tanto, podemos concluir, que conforme al estándar de Dios, la gran mayoría de nosotros no hemos perdonado a quienes nos han ofendido y, por lo tanto, Dios Padre no nos ha perdonado todos aquellos pecados que hemos cometido y los cuales hemos llevado ante su presencia para que los perdone en el nombre del Señor Jesús. La pregunta es ¿y entonces, cómo podemos perdonar a alguien olvidando lo que se nos hizo? La respuesta es que no podemos, porque como seres humanos carecemos de esa capacidad.


Y de esto es de lo que quiero hablar en este podcast, de los estándares de Dios que nos son absolutamente imposibles de cumplir.


Un excelente ejemplo de estos estándares de Dios que no podemos cumplir, son las leyes que él le dio al pueblo de Israel. En el Antiguo Testamento, específicamente entre los libros del Pentateuco, leemos como Dios le comunicó a Moisés un total de 613 mandamientos, pero si tan solo miramos los diez mandamientos, nos daremos cuenta que nos es imposible cumplirlos. Por ejemplo: “No dirás falso testimonio”, que en otras palabras es: no mentirás. Ahora, ¿cuántas mentiras hemos dicho a lo largo de nuestras vidas? Incontables veces, ¿cierto?


Ya que estoy hablando de la ley, permítanme explicar esto antes de seguir; cuando Dios entregó esas leyes, lo que quería era que el ser humano se diera cuenta que es imposible cumplir con los estándares de Dios; pero ¿por qué haría tal cosa? Por la misma razón que hizo esto:


Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2.8–9)

Mis hermanos, lo que Dios desea de nosotros, vuelvo a reiterar, está completamente fuera de nuestro alcance. Permítanme mencionar otro ejemplo:


Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. (Mateo 5.48)

La pregunta del millón es, ¿podemos como seres humanos ser perfectos? Creo que la pregunta está demás, porque ningún humano pecador puede siquiera pensar en alcanzar la perfección divina. Entonces, ¿por qué Dios nos pide cosas imposibles? Precisamente para que nos demos cuenta de eso, de que no podemos alcanzar lo que Dios nos pide por nuestros propios medios o usando nuestras propias fuerzas e intelectos.


Él hace esto porque sabe que somos jactanciosos de las cosas que hacemos. Y seguramente si pudiéramos llegar a la perfección requerida por Dios nos ufanaríamos al modo de los fariseos y escribas de la época del Señor. Aunque eso no sería más que una fachada de perfección.


Volviendo a lo que decía, lo que Dios desea es que nos demos de bruces, por así decirlo, contra este muro infranqueable que son sus estándares, pero no es para que nos desanimemos, ni nos demos por vencidos, ni tampoco para que lo usemos como excusa de que no podemos obedecer a Dios porque es imposible; sino que para nos abandonemos en él, para que nos entreguemos completamente en sus manos, es decir, para que reconozcamos nuestra propia incapacidad humana y debamos depender enteramente de él. Por eso es que el Señor Jesús dijo:


De cierto os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él. (Lucas 18.17)

Esta palabra niño en el original griego es παιδίον (paidíon) que significa niño pequeño, y que en este caso específico del versículo es un recién nacido, un bebé o un infante. Pero, ¿por qué el Señor nos dice que debemos recibir su reino como niños muy pequeños? Porque, vuelvo a reiterar, quiere que reconozcamos nuestra incapacidad; de la misma manera que un bebé no puede, por ejemplo, alimentarse por sí mismo, vestirse solo, abrigarse, etc. sino que es absolutamente dependiente del cuidado de sus padres, ya que de otra manera moriría.


¡Eso es lo que desea Dios de nosotros! Que dejemos esta autosuficiencia que hemos aprendido del mundo y aprendamos a ser completamente dependientes de Él para todo. Porque en este sistema mundano, se nos forma (o mejor dicho se nos deforma) para que seamos total y absolutamente independientes, porque la idea es que hagamos las cosas por nosotros mismos, sin la ayuda de nadie. Pero lo que Dios nos enseña es precisamente lo opuesto.


Ahora, quizás alguien se está preguntando ¿y cómo yo no voy a hacer nada? Precisamente es lo que Dios quiere que hagamos para tratar de cumplir sus estándares, nada. Porque es igual que con la salvación, nosotros no podemos hacer nada para conseguirla. Y en este caso en particular, Dios quiere que usemos sus fuerzas, no las nuestras, pues bien nos dice su Palabra:


¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. (Isaías 40.28–29)

Pues Dios nos dotó de todo lo que pudiéramos necesitar para hacer las cosas que él nos dice que debemos hacer. Escuche:


Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. (2 Timoteo 1.7)

La palabra traducida aquí como poder es δύναμις (dúnamis) en el original griego. Y según el diccionario completo de estudio de palabras: Nuevo Testamento de Zodhiates; dice que esta palabra significa poder o conseguir poder. Dice además que todas las palabras derivadas de la raíz griega “dúna” tienen el significado de poder hacer algo o de ser capaz. En este caso específico del versículo de 2 Timoteo, significa el poder para vencer al espíritu de cobardía. Pero también es un poder para vencer a la carne, ya que es un espíritu de dominio propio.


Es que, hermanos, nosotros no podemos hacer nada por nosotros mismos, porque desde que caímos en Edén, estamos manchados por el pecado y como consecuencia, nuestros corazones se volvieron engañosos y perversos (Jeremías 17.9) debido a la maldad que mora en ellos. Es precisamente esta maldad la que nos lleva por caminos errados, pues bien nos dice Dios en Proverbios:


Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte. (Proverbios 14.12)

Y en otro pasaje de este mismo libro nos dice, también:


Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión; pero Jehová pesa los espíritus. (Proverbios 16.2)

Es por esta razón que nosotros no podemos hacer las cosas por nuestra cuenta, porque muchas veces lo que nos parece bien, no es tal; mientras que Dios -que conoce todas las cosas-, sabe qué es lo mejor para nosotros. De ahí que Dios nos dé mandamientos que sobrepasan nuestras capacidades, para que no podamos confiar en nosotros mismos para obedecerlos. Además, como seres humanos, siempre cometemos errores y muchas veces no somos conscientes de ellos. Escuche:


¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. (Salmos 19.12)

En conclusión, los estándares de Dios son tan altos e imposibles de cumplir para nosotros como humanos, que no podemos más que cederle el lugar a Él, para que recién ahí podamos obedecerle como Él desea que lo hagamos. Y nuestro llamamiento es a mantenernos en esta dependencia absoluta, que es lo que Él más desea de nosotros, esto es, que seamos como niños para poder entrar en el reino de los cielos. Pues sin su guía no podemos ser sus hijos, ya que bien dice su Palabra:


Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. (Romanos 8.14 LBLA)

Que el Señor les bendiga.



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