En Mateo capítulo 18, entre los versos 23 al 35, encontramos una parábola sobre dos hombres que debían cierta cantidad de dinero. El primero de ellos le debía al rey una cantidad de diez mil talentos.
Por eso, el reino de los cielos puede compararse a cierto rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Y al comenzar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. (Mateo 18.23–24 LBLA)
Según aparece en la versión de estudio de La Biblia de las Américas, un talento equivalía a 21.6 kg. de plata. Conforme a este dato y haciendo una multiplicación simple, nos da como resultado que aquel siervo le debía a su rey 216 toneladas de plata; las cuales fueron perdonadas por su señor.
El otro deudor mencionado en la parábola era un consiervo de este siervo perdonado, el cual debía 100 denarios.
Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. (Mateo 18.28–29)
Conforme a los eruditos bíblicos, un denario equivalía a un día de trabajo de un jornalero o de un centurión. Y en la Biblia de estudio versión La Biblia de las Américas, dice que un denario equivalían a 4 gr de plata. Al igual que con el monto anterior, si hacemos una multiplicación simple, nos da el resultado de que este consiervo debía 400 gr de plata.
Si seguimos leyendo la parábola, encontramos que el siervo perdonado por el rey no perdonó a su consiervo, sino que lo echó en la cárcel. Esto disgustó al rey y, por su falta de perdón, lo entregó a los verdugos a modo de castigo por no haber perdonado.
Cuando miramos en perspectiva esto, podemos ver la razón por la cual Dios nos demanda que debemos perdonar para ser perdonados.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. (Mateo 6.14–15)
Es porque al igual que aquel siervo, se nos perdonó una cantidad exorbitante de pecados, una cantidad que nos era imposible pagar por nuestros propios medios y que se nos perdonó por gracia, es decir, sin merecerlo. Por esta razón debemos perdonar a todos aquellos que nos ofenden o hacen algo contra nosotros, porque comparado con la cantidad de ofensas que nos fueron perdonadas por Dios, lo que alguien más nos haga serán como esos 400 gramos de plata que le debía el consiervo al siervo del rey.
Así que, hermanos, aprendamos a perdonar como Cristo nos perdonó (Colosenses 3.13), porque de otra forma, no seremos perdonados por Dios y de no hacerlo, seremos entregados a los verdugos, tal como se nos muestra en la parábola.
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