Él entonces, recostado cerca del pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es? (Juan 13:25)
Ayer veíamos cuatro razones para buscar una cercanía con Cristo, como la que tuvo el apóstol Juan en el aposento alto, durante la última cena. Hoy quiero que veamos los beneficios de esta cercanía con nuestro Señor.
Fortaleza espiritual: La cercanía con Cristo nos fortalece espiritualmente, porque nos nutre con su rica sabia (Romanos 11:17). Asimismo, fue Él quien nos dijo: «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto» (Juan 15:5). Y además, nos da la capacidad de resistir las tentaciones y superar las pruebas, sabiendo que no estamos solos y que su poder opera en nosotros (2 Timoteo 1.7).
Gozo verdadero: La presencia de Jesús en nuestras vidas nos llena de un gozo que trasciende las circunstancias, el cual nos permite cumplir con el mandato de «estar siempre gozosos» (1 Tesalonicenses 5:16). Por otro lado, este gozo es una manifestación del actuar del Espíritu Santo en nosotros, que nos permite desarrollar el gozo como una de las manifestaciones del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22–23), el cual nos sostiene incluso en tiempos de adversidad.
Relaciones sanas: Estar cerca de nuestro Señor Jesús también impacta nuestras relaciones con los demás, ya que su amor nos enseña a amar a nuestros prójimos de manera incondicional y a vivir en armonía y perdón, manifestando todo el carácter de Cristo en nuestras vidas.
Así que, mis amados hermanos, busquemos estar cerca de Jesús cada día, para que de esta forma podamos recibir sus beneficios. Recordemos esto: Él desea tener una relación íntima con nosotros. Por tanto, busquemos, como el apóstol Juan, estar (y permanecer) cerca de nuestro Salvador, confiando en que en su presencia encontraremos todo lo que necesitamos para vivir una vida plena y abundante en Él.
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