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LOS ÍDOLOS QUE QUITAN EL TIEMPO DE DIOS


Abandonaron al Señor, Dios de sus antepasados, quien los había sacado de Egipto. Siguieron y rindieron culto a otros dioses —los dioses de los pueblos vecinos— y así provocaron el enojo del Señor. (Jueces 2.12 NTV)

Sabemos que Egipto representa al mundo en que vivimos, el cual está lleno de egoísmo, indiferencia e insensibilidad; pero que también ofrece toda clase de comodidades, entretenciones, avances en la ciencia y la tecnología. Todo está permitido, porque hoy en día a lo bueno llaman malo y a lo malo bueno (Isaías 5.20).

Para nadie es un misterio que el tiempo cada día se hace mas corto. Además, la vida de los hombres de este mundo está cada vez más colapsado por el ritmo de vida tan acelerado. Y al igual que la gente del mundo, muchos cristianos han sido atrapados por lo mismo. Yo me pregunto, ¿hay tiempo para dedicarse a la oración? La triste realidad es que no; entonces, quizás, ¿existe tiempo para guiar a los hijos a escuchar la Palabra de Dios y enseñarles cuánto los ama el Señor, compartiendo cada día un tiempo con Dios? La respuesta a esta pregunta también es negativa. El mundo nos ha atrapado, porque lo que pasa es que los padres llegan a casa y como vienen cansados, solo quieren recrearse un poco viendo televisión o jugando con su celular.

Cuántas veces he visto que la mamá llama a la familia a sentarse a la hora de almuerzo o cena, pero ¿dónde está la familia? Pues del mayor al menor, todos están en sus dormitorios, unos con los dedos pegados al celular jugando, otros en una tablet o en computador, mientras el padre está mirando la televisión. Lo peor es que si se sientan a la mesa, ninguno de ellos hablan, porque o siguen en el celular o mirando el televisor. ¿Y la responsabilidad de enseñar la Palabra de Dios a sus hijos qué? Bien dice su Palabra:


Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas. (Deuteronomio 6.6–9 RVR60)

En vez de obedecer este mandato divino, actuamos igual que el pueblo de Israel, estamos siguiendo a otros dioses; pero lo peor es que le enseñamos a nuestros hijos a amar al mundo y no a Dios. Les enseñamos que está bien que vivan en las cosas del mundo y no en las de Dios. ¿Qué excusa presentaremos delante de Él?

Porque, ¿qué hacen otros dioses en nuestras casas y nuestras vidas? ¿Por qué no llevamos a nuestros pequeños a los pies de Cristo? Porque los estamos llevando al mundo y no a los pies de aquel que desea salvar sus almas.

Seamos sabios y no como el pueblo de Israel. Obedezcamos lo que Dios le mandó a ellos, que es lo mismo que nos manda a nosotros:

Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos. (Deuteronomio 4.9 RVR60)

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