Todos los días del afligido son difíciles; mas el de corazón contento tiene un banquete continuo. (Proverbios 15:15)
«No es lo que usted come, lo que más le perjudica, es lo que lo come a usted», dijo un médico. En una época en que el régimen alimenticio y todo lo concerniente a la dieta ocupa un lugar importante en la vida de muchas personas, hoy en día —por lo menos en ciertos países—. Sabemos que si únicamente nos alimentamos con comida chatarra, nuestros cuerpos, en un período no muy largo, se verán seriamente afectados por severas afecciones de salud, como por ejemplo, la diabetes.
No obstante, ¿qué cosas nos consumen a nosotros? Quizás sea envidia, estrés, ira, rencor, celos, amargura, odio, culpabilidad, etc. Sabemos que las enfermedades psicosomáticas (de la mente), tienen consecuencias muy reales en el cuerpo humano. Por ejemplo, su Palabra nos dice que «la envidia es carcoma de los huesos» (Proverbios 14:30). Pregunto: ¿Hay algo que nos esté consumiendo por dentro? Quizás somos como David que no confesaba su pecado y su cuerpo se resentía. Dice su Palabra:
Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano. (Salmos 32:3–4)
Quizás, lo que nos está consumiendo sea la falta de perdón. Pero no podemos olvidar lo que nos dijo el Señor Jesús: «Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas» (Mateo 6:14–15).
¿Cuál es la solución a todo esto? La primera parte del versículo de Proverbios 14:30, nos la da, pues dice: «El corazón apacible es vida de la carne». Por lo tanto, podríamos decir que un corazón apacible, pronto a perdonar y a amar, nos confieren equilibrio en todo nuestro ser. Sin embargo, es solo Dios quien nos puede dar esta paz: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón» (Juan 14:27). Del mismo modo, únicamente es Dios quien nos libra de todas las cargas que nos puedan estar consumiendo por dentro. Dijo el Señor Jesús:
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. (Mateo 11:28)
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