Cuando Dios le dio sus leyes al pueblo de Israel, les dijo que de la tierra que les daría debían dar el primer fruto para Él, lo mismo con los animales y así como con los primogénitos del pueblo de Israel; pero hoy en día, su pueblo espiritual (que somos nosotros) solo le lleva lo que se tira a la basura, lo añejo, lo que nos sobró y no las primicias de nuestra vida. Su palabra nos dice acerca de esto:
No demorarás la primicia de tu cosecha ni de tu lagar. Me darás el primogénito de tus hijos. (Éxodo 22.29 RVR60)
Seguro mas de alguno estará pensando que no vivimos en los días de Moisés y Aaron, pero nuestro Dios no ha cambiado (Malaquías 3.6) y aún desea lo mismo de su pueblo, por eso nos dice su palabra:
Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. (Hebreos 13.8 RVR60)
Nuestro Señor es nuestro modelo perfecto que debemos imitar y, por ejemplo, Él le daba a su Padre las primeras horas de sus días en oración (Marcos 1.35). ¿Pero nosotros qué le damos como primicias a Dios? ¿Le damos las primeras horas de la mañana a Él buscándolo en oración? O por ejemplo, cuando recibimos el sueldo ¿lo primero que hacemos es apartar una parte para Dios? O ¿acaso nuestro primer alimento del día es su Palabra?
Cuando el Señor Jesús estaba en Jerusalén a pocos días de ser sacrificado, se nos relata tanto en Marcos como en Lucas el siguiente hecho:
Jesús se sentó frente al arca del tesoro, y observaba cómo la multitud echaba dinero en el arca del tesoro; y muchos ricos echaban grandes cantidades. Y llegó una viuda pobre y echó dos pequeñas monedas de cobre, o sea, un cuadrante. Y llamando a sus discípulos, les dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos los contribuyentes al tesoro; porque todos ellos echaron de lo que les sobra, pero ella, de su pobreza echó todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir. (Marcos 12.41–44 LBLA)
Mis hermanos, así como esta viuda pobre que dio todo lo que tenía, Dios Padre nos entregó la mayor de las primicias, nos dio lo mejor que tenía para darlo como sacrificio, esto es, su Único Hijo, pero ¿nosotros qué le estamos dando a Él? ¿Acaso estamos siguiendo el ejemplo del pueblo de Israel luego de la deportación a Babilonia dando lo que sobra? Dice su Palabra:
Mostraron su desprecio al ofrecer sacrificios contaminados sobre mi altar. Entonces preguntan: “¿Cómo hemos contaminado los sacrificios?”. Los contaminaron al decir que el altar del Señor no merece respeto. Cuando ofrecen animales ciegos como sacrificio, ¿acaso no está mal? ¿Y no está mal también ofrecer animales lisiados y enfermos? ¡Intenten dar este tipo de regalos al gobernador y vean qué contento se pone!, dice el Señor de los Ejércitos Celestiales. (Malaquías 1.7–8 NTV)
Entonces, hermanos, ¿le daremos las primicias de nuestras vidas a Dios o seguiremos dándole lo que nos sobra?
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