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Las delicias de Capua



Tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. (Efesios 6:13)


La historia cuenta que en el año 216 antes de Jesucristo, el general y jefe de los ejércitos de Cartago, Aníbal, derrotó a los romanos cerca de la ciudad de Cannas, en el sur de Italia. Hubiera podido avanzar hasta Roma y sitiarla, pero viendo llegar el invierno, prefirió establecerse en Capua, ciudad vecina, para descansar y esperar refuerzos. Mientras sus tropas se acostumbraban al ocio, el ejército romano se fortaleció, de modo que la situación militar se invirtió. Así, Roma nunca fue tomada por Aníbal. De este episodio histórico viene la expresión: «Dormirse en las delicias de Capua», para designar a alguien que deja de esforzarse tras haber conseguido triunfos.


Es bien sabido que después de alcanzar algunos éxitos, tras un periodo de tensión y esfuerzos, nuestra atención se relaja. Para los cristianos, el fin de una prueba superada con la ayuda del Señor puede acarrear una falta de vigilancia, relajo que el diablo sabrá aprovechar sin dilación, con el fin de tomar ventaja en nuestras vidas. Es por esta razón que debemos tener cuidado, puesto que estamos en una guerra espiritual y no podemos relajarnos mientras estemos combatiendo. No descansemos en las victorias alcanzadas, tampoco creamos que los progresos espirituales pasados nos hacen menos vulnerables a las tentaciones de Satanás, no, esto también forma parte de sus engaños. Además, no podemos olvidar que el mandamiento de Dios es claro, el cual está conjugado de manera continua:

Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. (1 Pedro 5:8)


Por esta razón, busquemos estar constantemente junto a Dios, porque de esta forma podremos obtener la fuerza que necesitamos para mantenernos firmes, y poder seguir peleando «la buena batalla de la fe» (1 Timoteo 6:12), recordando que separados de nuestro Señor nada podemos hacer (Juan 15:5).


Así que, hermanos, cobremos ánimo en Dios, recordando que el perfecto reposo nos espera en la compañía de nuestro Señor en aquel día que estaremos —para siempre— con Él en el cielo. Pero mientras permanezcamos en la tierra, no podemos descuidarnos.


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