Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. (Mateo 11:29)
Un filósofo ateo del siglo XX, dijo una frase que revela todo sobre el egoísmo humano: «El infierno: son los demás». A decir verdad, este hombre está muy equivocado, porque conforme a las Escrituras, el infierno no son los demás, sino la eterna condenación del alma, y pasar una eternidad privados de la presencia de Dios.
Es cierto que en esta tierra el contacto con nuestros prójimos, muchas veces, son una fuente de frustraciones, de conflictos e incluso de abiertos antagonismos. Esto se ve, por ejemplo, en la familia, en nuestros trabajos y en todos los estratos de la sociedad. Pero ¿de dónde viene esto? ¿Acaso proviene del cansancio, del estrés o de la ausencia de comunicación? Todas estas razones son verdaderas, sin embargo, la Biblia nos enseña que la primera causa de todos estos conflictos es el pecado.
Desde la caída de nuestros primeros padres tenemos en nosotros esta fuente del mal; bien lo decía el Señor: «Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre» (Marcos 7:21–23). Pero una vez que creímos, nuestra naturaleza fue cambiada. No obstante, vivimos en este mundo y el Señor nos advirtió: «En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16:33). Y tal como dice el versículo del encabezado, es en Él en donde hallamos descanso cuando estas situaciones se agolpan en nuestras vidas.
No es pecado sentirse así, pues al Señor también le pasó, ya que dijo: «¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar?» (Marcos 9:19). Pero esta es la parte hermosa, no importa que tan difícil sea la situación en la que nos encontremos, siempre podemos acudir a nuestro Dios en busca de descanso. Confiemos y descansemos en aquel que nos dice:
Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo. (Salmos 55:22)
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