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  • Foto del escritorCristian Vidal S.

Las bienaventuranzas (tercera parte)




Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. (Mateo 5.5 RV60)

Jesús dijo:


Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. (Mateo 11.29 RVR60)

Reconozcámoslo, hemos nacido y vivimos en medio de generaciones que han sido educadas en la soberbia, el despojo y la depredación. De otra forma no podríamos explicar que incluso en las iglesias este pequeño pasaje del sermón del monte resulte difícil en su aplicación entre los creyentes; y según algunos comentaristas bíblicos: “impracticable”. Por esto, he querido enfocarme en Jesús, pues debemos aprender de Él; tal como él dijo, debemos tomar su yugo e ir tras él en el camino que él nos trazó; aprendiendo esta mansedumbre, su ejemplo de mansedumbre, pues de otra forma, jamás podremos heredar esta promesa que comienza a registrarse en los salmos de David:


Pero los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de paz. (Salmos 37.11 RVR60)

Salmo que precisamente se cumple en Cristo. Es más, Él mismo dijo:


Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (Mateo 11.27–30 RVR60)

Hermanos, hermanas, esta mansedumbre que nos manda el Señor Jesús, me cuesta horrores, al igual que a ustedes, porque reconozco que todos somos hijos de nuestro tiempo. Y la condición actual del mundo -y de la iglesia- es de una profunda soberbia, la cual nos ha llevado a multitud de despropósitos, como enfocarnos en el espectáculo más que en la palabra, en la producción más que en el mensaje, en los templos más que en las personas; nos creemos dueños de la verdad absoluta porque seguimos tal o cual corriente evangélica y despreciamos a los demás hermanos que no creen lo mismo que nosotros; pero Dios, en su infinito amor, nos ha enviado un maestro, un modelo perfecto a quien podemos imitar, nuestro glorioso Señor Jesús, el cual nos invita a seguirlo a Él, ya que nos trazó un camino, tal como dice su palabra en Hebreos 10.20: por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne.


Ese es nuestro yugo, uno de mansedumbre, el cual es fácil y ligero, pues no estamos solos. Ya que si Jesús nos acompaña, solo nos resta perseverar en el camino angosto que lleva a la vida (Mateo 7.13-14). Porque Dios ha prometido, que al final, heredaremos la tierra junto con Cristo si es que somos mansos como nuestro Señor.


Confiemos en el cordero que nos guía y sigámosle sin fluctuar, pues bien dice su Palabra:


Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. (Hebreos 10.23 RVR60)

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