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  • Foto del escritorCristian Vidal S.

Las bienaventuranzas (segunda parte)



Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. (Mateo 5.4 RV60)

Frente al llanto, la aflicción o la perdida, el ser humano está inclinado a recapacitar al menos en su dolor, esto puede llevarnos a oscuros caminos dado que si se hace un pensamiento recurrente y continuo puede desatar una depresión. Pero bien dice su Palabra:


Mejor es ir a una casa de luto que ir a una casa de banquete, porque aquello es el fin de todo hombre, y al que vive lo hará reflexionar en su corazón. El corazón de los sabios está en la casa del luto, mientras que el corazón de los necios está en la casa del placer. (Eclesiastés 7.2–4 LBLA)

No estoy diciendo que es malo llorar, no, pues, es parte de nuestra naturaleza humana. El Señor nos creó con sentimientos, y aun, quien cree que vive en una felicidad, gozo y plenitud constantes en este mundo o se miente a sí mismo o vive en una de las tantas burbujas en las que la sociedad (actual) del hedonismo atrapa a sus miembros. Y hay que decirlo con todas sus letras, los pobres en este mundo, dada su condición, están más propensos a la realidad del sufrimiento.


Jesús, no nos enseña en ninguno de los evangelios a evitar o negar el sufrimiento, Él nos dejó la advertencia de: “en el mundo tendréis aflicción” (Juan 16.33). Pues también en el llanto y la aflicción nos dejó ejemplo, el cual vemos en la cruz del Calvario. Una cosa es sufrir sin más y otra es sufrir teniendo esperanza. Esta, está basada en una promesa ¡y qué promesa! Pues, Dios es quien nos consolará y finalmente limpiará nuestras lágrimas:


Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. (Apocalipsis 7.17 RV60).

El Cordero, no nos enseña un evangelio "escapista" que sublime o espiritualice la realidad. Pues nos asegura que en este mundo no somos ajenos a sus sufrimientos y aun, el mundo, se alegra de nuestro sufrimiento. Bien le dijo el apóstol Pablo a los hermanos de las iglesias locales de Listra, Iconio y Antioquía:


Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios. (Hechos 14.22 RVR60)

Pero esto es lo hermoso, que Dios nos regala esta certeza: Él secará cada una de nuestras lágrimas derramadas acá y, al final, esa tristeza que podamos estar sintiendo se convertirá en un gozo indescriptible que nos hará olvidar cualquier dolor del pasado. Por eso es que el Señor dijo:


De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero, aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. (Juan 16.20–21 RV60).

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