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La vida y el azar



Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. (Génesis 2.7 RVR60)


Muchas personas consideran que su existencia es el producto del azar, y atribuyen a este último el origen de todos los acontecimientos que les ocurren en sus vidas. Para estas personas, tanto las alegrías como las tristezas son fruto del azar y las circunstancias que le rodean. Para ellos la suerte lo gobierna todo: origen, familia, juventud, estudios, matrimonio, enfermedades, accidentes, puestos de trabajo, amigos, etc. Es como si la vida no fuera más que una sucesión de «micro azares» que componen el conjunto de su existencia.


A diferencia de lo que estas personas creen, la Palabra de Dios nos revela a Dios como el creador de todo lo que existe «y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder» (Hebreos 1.3). Además es Él quien da la vida y la mantiene. Bien dice su Palabra:


El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida. (Job 33.4 RVR60)


Por el contrario, el azar, la noción mentirosa e inconsistente, se insinúa fácilmente en la mente de los seres humanos, porque eso les evita aceptar su responsabilidad por sus actos delante del Dios creador. Y lo que es peor aún, muchas veces las personas hacen cosas malas y luego se quejan contra Dios, como si Él las hubiera hecho por ellos. pero dicen las Escrituras:


La gente arruina su vida por su propia necedad, y después se enoja con el Señor. (Proverbios 19.3 NTV)


Volviendo al tema central, mediante la Biblia aprendemos lo esencial sobre el origen y la finalidad de la vida. Ella viene de Dios y vuelve a Él (Eclesiastés 12.7).


¡Sí! Su vida tiene un sentido, y no solo un sentido, sino mucho valor para con Dios. Tanto así que Él dio a su propio Hijo para salvar a sus criaturas de la condenación eterna debido a nuestros pecados y para darnos vida (Juan 10.10). Usted dirá ¿cómo vida? ¿Si yo estoy vivo(a)? Pues dice su Palabra:


Pues la paga que deja el pecado es la muerte, pero el regalo que Dios da es la vida eterna por medio de Cristo Jesús nuestro Señor. (Romanos 6.23 NTV)


Por esta razón vino el Señor Jesús y para eso es que murió en la cruz, para salvarnos de nuestros propios pecados que nos conducen a la muerte, a la condenación de nuestras almas. Arrepiéntase de sus pecados, pídale perdón a Jesús y Él le dará su eterna salvación. Pero no demore, porque mañana podría ser muy tarde.


PD: Tenga la plena certeza que no es por azar que este mensaje llegó hoy a usted, sino que fue Dios quien así lo quiso.


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