Alexis Sazo
La vid verdadera

Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto… Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. (Juan 15:1–2, 5)
Los que viven en las regiones vitícolas saben que la vid (la planta) vive durante años, pero los pámpanos (las ramas) deben ser podados en invierno y necesitan cuidados durante todo el año. Su poda permite obtener racimos de mejor calidad.
En los versículos del encabezado podemos ver que la vid y los pámpanos son una imagen del Señor Jesús y de nosotros, los cristianos. El mismo Señor dijo que Él es la fuente de vida, y que los creyentes deben permanecer unidos a Él para llevar fruto. Además, dijo que Dios, el Padre, es el labrador, quien se ocupa de los creyentes a fin de que lleven más fruto.
Por lo tanto, todo creyente es objeto de ese trabajo de poda. Esto implica que las pruebas de la vida son instrumentos que el Padre emplea para aumentar nuestra capacidad de llevar fruto para su gloria. Por eso es que el Señor nos anima a permanecer cerca de Él, orando y escuchando su Palabra, ya que esta es la única forma de ser productivos para Dios.
Pero ¿por qué el Señor dice que es la «vid verdadera»? Para responder, tenemos que mirar en el Antiguo Testamento, donde dice: «Hiciste venir una vid de Egipto» (Salmo 80:8). Esta vid era Israel, el pueblo que Dios sacó de la esclavitud y eligió para que produjera fruto. Sin embargo, aquel pueblo no escuchó a Dios, tanto así que Él dijo de ellos: «Tenía mi amado una viña en una ladera fértil. La había cercado y despedregado y plantado de vides escogidas; había edificado en medio de ella una torre, y hecho también en ella un lagar; y esperaba que diese uvas, y dio uvas silvestres» (Isaías 5:1–2).
Debido a esto, Israel, no podía ser llamado «la vid verdadera». Es por eso que este título fue reservado solo para el Señor Jesús. Y Él declaró ser esa vid cuando estaba a punto de ofrecerse a sí mismo en la cruz. ¿Por qué? Porque iba a dar su vida para poder ser la fuente de «savia» de vida para todos los que creemos en Él.