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La victimización de nuestros días



Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. (Efesios 5.2)

Creo que para ninguno de nosotros es ajeno que hoy en día estamos frente a una sociedad de “piel sensible”, es decir, toda una generación de personas que se ofenden por todo. Por lo menos acá en Chile, está muy de moda que las personas se expresen en los medios de comunicación con la frase: “eso que dices me violenta”. Todo esto a lo único que nos ha llevado es a vivir en una sociedad donde nadie quiere escuchar puntos de vista diferentes, porque “los ofende y los hace sentir víctimas”; nadie quiere oír una opinión diferente o sencillamente lo que alguien mas les tiene que decir. Básicamente, estamos viviendo en un mundo lleno de víctimas.


Claro, el mundo siempre irá a su propio ritmo, siguiendo sus propios caprichos y modas; sin embargo, este modo de ser del mundo se ha permeado en muchas vidas de cristianos, ya que muchos creyentes hoy en día se ofenden fácilmente cuando alguien les corrige con la Palabra de Dios o sencillamente cuando leen un comentario que nos les gusta. Lo mismo pasa cuando alguien expresa un punto de vista diferente o una creencia que no es la misma que ellos tienen, en vez de hacer lo que nos dice la Palabra de Dios, nos ofendemos fácilmente.


Yo, pues, prisionero del Señor, os ruego que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor, esforzándoos por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. (Efesios 4.1–3 LBLA)

Mis hermanos, ninguno de nosotros es víctima de nada, porque todo lo que nos pasa y nos ha pasado a lo largo de nuestras vidas ha sido permitido por Dios:


¿Quién puede decir que algo sucede sin que el Señor lo ordene? ¿Acaso lo malo y lo bueno no proviene de la boca del Altísimo? ¿Cómo podemos quejarnos, si sufrimos por nuestros pecados? (Lamentaciones 3.37–39 RVC)

La única víctima fue y es nuestro Señor Jesús, quien se dio por nosotros para que no tuviéramos que ir a la condenación eterna. Es más, cada uno de nosotros es un victimario de aquel que es el único inocente, ya que nuestros pecados hicieron que el Autor de la vida tuviera que poner su vida en rescate por nosotros, pero ¿acaso lo vemos quejarse? No, todo lo contrario, pues dice su Palabra:


Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho. (Isaías 53.11 RVR60)

Hermanos, dejemos la victimización, porque eso es del mundo y sabemos que este es pasajero (1 Juan 2.17). Mientras que nosotros como creyentes debemos soportar el ser agraviados por nuestros propios hermanos en la fe (1 Co 6.7) y somos llamados por el Señor Jesús a perdonar hasta 70 veces siete a nuestros hermanos (Mateo 18.21-22); y además, como creyentes, tenemos el mandato específico de no imitar a este mundo y todas sus costumbres (Romanos 12.2).



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