Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche. Nunca se apartó de delante del pueblo la columna de nube de día, ni de noche la columna de fuego. (Éxodo 13:21)
La historia del éxodo del pueblo de Israel de Egipto es una de las narraciones más gráficas de la protección y guía divina. Dios, en su infinita sabiduría y amor, no solo liberó a su pueblo de la esclavitud, sino que también les proporcionó una guía constante y visible en su viaje a través del desierto. La columna de nube durante el día y la columna de fuego durante la noche fueron signos tangibles de la presencia de Dios con ellos.
Dios no dejó a los israelitas valerse por sí mismos en el desierto. La columna de nube no solo los guiaba, sino que también proporcionaba sombra y frescura en el calor del día. De noche, la columna de fuego no solo les daba luz, sino también calor en las frías noches del desierto. De igual manera, hoy en día, Dios nos protege y nos cuida en cada circunstancia de nuestra vida, proporcionándonos lo que necesitamos exactamente cuando lo necesitamos.
Asimismo, la columna de nube y de fuego dirigía los pasos del pueblo de Israel, asegurándose de que siempre estuvieran en el camino correcto. Hoy, Dios nos guía a través de su Palabra, del Espíritu Santo, y los hermanos que ha puesto alrededor de nosotros en la iglesia local donde nos congregamos. Por lo tanto, cuando nos enfrentamos a decisiones difíciles o momentos de incertidumbre, podemos confiar en que Dios nos mostrará el camino correcto si buscamos su dirección con sinceridad.
Y una de las lecciones más reconfortantes de la columna de nube y de fuego es la presencia constante de Dios. Él nunca se apartó del pueblo, ni de día ni de noche. Lo mismo pasa en nuestras vidas, Dios promete estar con nosotros en todo momento, en las alegrías y en las pruebas, en la salud y en la enfermedad. Su presencia inquebrantable es nuestro refugio y fortaleza.
Así que, mis hermanos, demos gracias al Señor por su protección y cuidado constante. Y pidamos que nos ayude a confiar en su guía, buscando su presencia cada día, para que así podamos transitar por esta vida, fortalecidos por la presencia de nuestro Dios en nuestras vidas.
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