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LA PERLA MÁS HERMOSA DE TODAS DENTRO EN UN VASO DE BARRO




¿Quién es esa perla de tan inmenso valor? Ningún otro sino el Señor Jesús mismo, el Creador, el que nos formó del polvo de la tierra, quien, cual alfarero, hizo al hombre y, asimismo, de la costilla del hombre hizo a la mujer.


Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre un ser viviente. (Génesis 2.7 LBLA)

Pero bien sabemos que el hombre pecó al desobedecer el mandato divino. Desde aquel fatídico día comenzó la decadencia espiritual y moral del ser humano; pues al nacer traemos en nuestro “ADN espiritual” la maldad heredada de nuestros primeros padres. Y como consecuencia la íntima comunión que tuvimos con nuestro Creador fue rota, porque Él es tres veces Santo.


Muy limpios son tus ojos para mirar el mal, y no puedes contemplar la opresión. (Habacuc 1.13 LBLA)


Pero desde aquel primer momento, Dios descendió al huerto de Edén buscando a su criatura que se había extraviado, esa es la razón por la que le pregunta al hombre ¿dónde estás? (Génesis 3.9), porque Dios sabía perfectamente dónde estaba el hombre, pero este no sabía dónde estaba ahora que se había extraviado de los caminos de su Creador. Y en su infinito amor buscó la forma de tener comunión con el hombre. Nos dice su Palabra que:


El Señor ha mirado desde los cielos sobre los hijos de los hombres para ver si hay alguno que entienda, alguno que busque a Dios. Todos se han desviado, a una se han corrompido; no hay quien haga el bien, no hay ni siquiera uno. (Salmos 14.2–3 LBLA)

No había ninguno digno de hacer algo que le agradara, porque estamos inclinados al mal. Estaba rota la comunión con el Santo Dios. Pero lo más increíble de todo, es que la humillación de nuestro Dios no solo comenzó desde que se humanó, sino antes, pues dicen las escrituras:


¿Quién como Jehová nuestro Dios, que se sienta en las alturas, que se humilla a mirar en el cielo y en la tierra? (Salmos 113.5–6)

Esta es una humillación que no logramos entender y solo podemos exclamar ¡maravillas del amor de Dios que envió a su propio Hijo para consumar la redención de sus criaturas pecadoras! Cristo es aquella preciosa perla que está en el vaso (corazón) de cada persona que ha creído en el sacrificio del Hijo de Dios. Pues fuimos comprado a un altísimo precio, pues le costamos la vida al Autor de la vida, quien con su sangre nos limpió de todo pecado.


Amados, no olvidemos que ya no somos nuestros y no debemos hacer lo que nos venga en ganas, sino que tenemos que permanecer en la santidad exigida por Dios, sin la cual ninguno verá al Señor (Hebreos 12.14); llevando vidas agradables a Él, dignas del sacrificio de nuestro Salvador.


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