Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. (Lucas 11.1 RVR60)
Por lo general, le pedimos a los expertos que nos enseñen o nos den lo mejor que nos pueden dar. Por ejemplo, si estamos con un banquero exitoso o un talentoso economista, seguramente les preguntaríamos cómo invertir nuestro dinero de la mejor manera posible, obteniendo la mayor rentabilidad. Conforme a lo que encontramos en los evangelios, podemos ver que los discípulos del Señor le pidieron que les enseñara a orar.
Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. (Mateo 6.9–13 RVR60)
Debido a que la oración era fundamental y central no solo en la vida del Señor, sino también en su ministerio; del mismo modo, Él quiso que la oración fuera vital en sus vidas y sus ministerios, así como en las nuestras también. La respuesta del Señor ante la petición de sus discípulos fue lo que comúnmente se conoce como «el Padre nuestro». Pero así como dice en el título de este devocional, el Señor Jesús les enseñó (también a nosotros) una oración modelo, pero Él nunca la pudo hacer, porque Él no podía pedir perdón por sus pecados, porque «no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca» (1 Pedro 2.22 RVR60).
Esta oración es un modelo para que la usemos de guía, no como para que la repitamos como lo hacen los católicos, ya que el mismo Señor dijo referente a la oración: «Y al orar, no uséis repeticiones sin sentido, como los gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería. Por tanto, no os hagáis semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes que vosotros le pidáis» (Mateo 6.7–8 LBLA).
En el modelo de oración dado por el Señor, nos encontramos que comienza con Dios mismo, primero la adoración a Dios y luego que su voluntad se cumpla del mismo modo que se obedece en el cielo. El foco principal lo tiene Dios; porque si nos fijamos, lo tercero que menciona son las necesidades nuestras. Pero nuevamente comienza con lo espiritual, ya que habla del pan diario, pero no del sustento físico, pues él dijo: «Por lo tanto les digo: No se preocupen por su vida, ni por qué comerán o qué beberán; ni con qué cubrirán su cuerpo. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?» (Mateo 6.25 RVC). El Señor hablaba del pan del cielo (Juan 6.51) que nos sacia plenamente (Juan 6.35). Luego viene el pedir perdón a Dios y el perdonar a nuestros semejantes. Lo penúltimo es rogar para no caer en la tentación, para finalizar con el ruego por protección contra los ataques del maligno.
Si usted no siente que no sabe orar, ¡qué mejor que utilizar el modelo dado por el Señor como guía! Porque al usarlo sabrá qué decirle al Padre y cómo hacer sus peticiones a Dios de manera correcta.
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