Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado; ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él. (Salmos 32:6)
Quizás se preguntó: ¿Tiene sentido orar? ¿De qué sirve orar? Cuando siente que Dios no le escucha. Otras personas sonríen al oír estas preguntas y piensan que orar es un monólogo mediante el cual la gente trata de persuadirse de ciertas cosas. Pero eso no es cierto, porque dice la Palabra de Dios:
Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos. (Salmos 34:15)
Orar significa hablar con el Dios viviente, eterno y todopoderoso. Este hábito diario es de vital importancia para el creyente. Cada uno de los que hemos sido redimidos por la sangre del Cordero de Dios tenemos el privilegio de poder hablar con nuestro Dios, porque Él así nos lo ha permitido, y atento está su oído. No obstante, hay algo que nuestro Dios desea de nosotros: que oremos confiando en su amor y omnipotencia, dejando en sus manos la manera en que vaya a responder.
Al lado de la oración, que a menudo la convertimos en un pedido a nuestro favor, Dios nos concede la posibilidad de interceder, es decir, de orar por los demás. No nos cuesta orar por los que amamos y apreciamos, pero el Señor exige también que intercedamos por los que no nos quieren o nos hacen daño. Si nos dejamos mover por el amor de Dios, también podremos hacer tales intercesiones.
Existe aún otro motivo para hablar con Dios: la gratitud. Cada uno de nosotros debe darle las gracias por todo lo que nos ha dado a través de su Hijo, nuestro Señor Jesús, tal como dice en su Palabra: «Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús» (1 Tesalonicenses 5:18). Debemos dar gracias por todo el bien que nos hace, pero también por el mal que Él permite que recibamos, tal como decía Job: «¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?» (Job 2:10).
Estrechamente a ligada a la gratitud está la alabanza, lo cual Dios desea de nosotros, bien lo dijo el Señor: «Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren» (Juan 4:23). Podemos celebrar a Dios por lo que Él es y por lo que nos permite experimentar. ¿Cuál es el resultado cuando nuestra oración llega a ser alabanza y loor a su persona? El gozo, el gozo que llenará nuestros corazones.
Tenemos muchas razones por las cuales orar, no solo para pedir. No permitamos que este día se vaya sin haber adorado y orado al Dios Todopoderoso quien está deseoso de oír nuestra voz.
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