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  • Foto del escritorAlexis Sazo

Episodio #48: La obesidad entre los creyentes

Actualizado: 23 sept 2020



 

Nota: Esta es la transcripción de un episodio del podcast Edificados en Cristo. Para escuchar el episodio del podcast hacer click aquí.

 

En estos días de pandemia, cuarentena y encierro, mucho han circulado por las redes sociales, estos memes que hablan sobre el aumento de peso, debido a que muchos han ganado varios kilos como consecuencia de la falta de actividad física, la ansiedad o porque no encuentran cómo pasar el tiempo durante el encierro, cosa que los lleva a comer en exceso.


Pero cuando miramos en el capítulo 21 del evangelio de Lucas -capítulo en el cual el Señor habla acerca de los eventos de final de los tiempos-, hace una advertencia con respecto a este tema y dice:


Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. (Lucas 21.34)

Según el diccionario de la RAE Glotonería significa: Acción de comer con exceso y con ansia. Es cierto que la medicina cataloga a la obesidad como una enfermedad, es más, hasta antes de esta pandemia del coronavirus, el sobrepeso y la obesidad eran consideradas “la pandemia del siglo XXI”.


Entonces, podemos decir -sin temor a equivocarnos-, que en síntesis, la obesidad es el resultado de una adicción como cualquier otra, que en este caso es una adicción a la comida, claro. Hago un paréntesis acá, ya que existe sobrepeso y obesidad que son provocadas por alteraciones hormonales y eso es un tema completamente diferente, pues es el resultado de un desbalance en el equilibrio natural del cuerpo y no debido a un exceso en la ingesta de calorías.


Ahora, llevando este tema a un plano más espiritual; en general, en los sermones relacionado con lo físico-corporal se tiende a hablar, mayoritariamente, de las vestimentas de la mujer, de las modas del mundo, las adicciones, puede ser al alcohol, tabaco u otras drogas; pero si la obesidad es una adicción ¿por qué no se toca como tema en las iglesias? Y si siendo una adicción, ¿por qué no la vemos o la tratamos de igual manera como lo hacemos con el beber alcohol o consumir cualquier otro tipo de droga?


Posiblemente no vemos el sobrepeso y la obesidad como un problema espiritual, porque, en general, la comida no tiene una connotación negativa, es decir, que no cuenta con un estigma social, porque no está asociada a un grupo determinado de personas, ya que todos debemos comer para poder subsistir, porque de otra manera, nos desnutriríamos, enfermaríamos e incluso, si esto se mantiene en el tiempo, podríamos llegar a morir. Quizás por esta razón no nos parece tan mal, pero ¿qué dice la Biblia al respecto?


Cuando miramos las escrituras, podemos encontrar varios pasajes que advierten sobre el comer desmedidamente como algo que no le agrada a Dios. Aunque me gustaría comenzar mencionando algo que aparece en la ley del Antiguo Testamento y que personalmente considero que es muy pertinente de compartir con ustedes, porque nos deja ver un poco en la forma como Dios mira esta clase exceso. Dice así la Palabra de Dios:


Si alguno tuviere un hijo contumaz y rebelde, que no obedeciere a la voz de su padre ni a la voz de su madre, y habiéndole castigado, no les obedeciere; entonces lo tomarán su padre y su madre, y lo sacarán ante los ancianos de su ciudad, y a la puerta del lugar donde viva; y dirán a los ancianos de la ciudad: Este nuestro hijo es contumaz y rebelde, no obedece a nuestra voz; es glotón y borracho. Entonces todos los hombres de su ciudad lo apedrearán, y morirá; así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá, y temerá. (Deuteronomio 21.18–21)

Este tipo de personas que gustaban de los excesos, debían ser cortados del pueblo de Israel para no contaminar a otros con su mal ejemplo y al mismo tiempo servir para que otros tuvieran temor de seguir sus pasos. Basta que miremos esto para poder concluir que a nuestro Dios no le agradan nuestros excesos en la carne; si bien todos tenemos necesidades físicas, como comer, dormir, reproducirnos, etc. nada de eso debe hacerse en exceso o fuera de los parámetros de Dios. Por ejemplo, si hablamos del sueño Dios dice: Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio. Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? (Proverbios 6.6 y 9). Todos necesitamos dormir, pero Dios nos dice que durmamos solo lo necesario para poder funcionar apropiadamente durante el día y no que durmamos en exceso, porque eso no le agrada a él.


Ahora, con respecto al comer en exceso, otra cosa que en general vemos en las escrituras, es que la glotonería siempre aparece asociada a otro exceso, por ejemplo con el alcohol. Escuche los siguientes dos ejemplos:


No estés con los bebedores de vino, ni con los comedores de carne; porque el bebedor y el comilón empobrecerán, y el sueño hará vestir vestidos rotos. (Proverbios 23:20‭-‬21)

Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne. (Romanos 13.13–14)

Al principio decía que la ciencia médica llama a la obesidad La epidemia del siglo XXI. Y a decir verdad, esto es porque hoy en día el mundo está lleno de adictos, no solo a la comida, sino a muchas otras cosas más, como el sexo, las drogas, los juegos de azar, los juegos de video, los celulares, la televisión, Netflix, etc. Si miramos en las escrituras, veremos como Dios nos advirtió de que esto sería así en estos postreros días. Dice así la Palabra de Dios:


También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita. (2 Timoteo 3.1–5)

Hoy en día vivimos en medio de una sociedad en extremo hedonista, es decir, personas que solo buscan gozar de los deleites y placeres terrenales; en otras palabras, este tipo de personas, solo busca satisfacer cada uno de sus deseos carnales, sin importar el costo. No obstante, es dentro de esta misma categoría que entrarían aquellas personas con sobrepeso u obesidad que no controlan su apetito, ya que tienen una actitud hedonista de satisfacer sus apetitos alimenticios más allá de lo necesario o de lo saludable.


Entonces, sabiendo lo anterior, ¿estaría bien que un creyente tenga sobrepeso u obesidad? No, no está bien, porque el Señor dijo que para ser un discípulo de él debemos negar a nuestra carne y sus deseos. Dice así la Palabra de Dios:


Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. (Mateo 16.24)

Los creyentes estamos llamados a vivir una vida de negación de nuestra carne (como mencionaba recién); por tanto, no debemos darle lugar, sino que es nuestra obligación someterla diariamente para así agradar a Dios y poder seguirlo en nuestro caminar diario en este mundo, tal como él nos manda que hagamos. Tenemos que recordar que la carne es enemiga de los designios de Dios, tal como dice Romanos 8.7. Y uno de los varios llamados que nos hizo el apóstol Pablo acerca de esto mismo, lo encontramos en 2 de Corintios 10.3 donde dice: Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne. Pablo expresa esta misma idea en la carta a los Romanos cuando dice:


Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. (Romanos 8.5–6)

Como Dios es perfecto (Salmos 18.30), no se equivoca, y del mismo modo, su palabra es perfecta; sin embargo, no podemos obviar que la comida nos produce placer, pues nos trae recuerdos muchas veces; por ejemplo, cuando comemos un plato de nuestra infancia. Todo esto fue creado por Dios y en esencia no es malo, ya que Dios diseñó nuestro cuerpo de esta manera; no obstante, no podemos olvidar que la creación perfecta de Dios fue corrompida por el pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva; por así decirlo, nuestra naturaleza fue infectada con el veneno del pecado, que fue inyectado por la serpiente antigua que es Satanás. En consecuencia, aquel placer puro que creó Dios se deformó en un placer adictivo que nos aleja de los estándares de Dios.


Y en esta misma línea de pensamiento, puede que alguno esté pensando que dejar de comer no es fácil, que cuesta mucho mantener un peso saludable, etc. La verdad es que cuando somos nosotros los que tratamos de hacer estas cosas, ¡por supuesto que es difícil!, es más, cuando lo hacemos por nosotros mismos fracasamos ineludiblemente, pero nuestro Dios es tan sabio que nos preparó la solución para esto. Escuche:


Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. (2 Timoteo 1.7)

Por eso es que debemos ocuparnos del Espíritu y de todo lo espiritual, para que así podamos echar mano de este dominio propio que viene de lo alto.


Ahora, la gran mayoría de las personas que me escuchan a través de este podcast, no me conocen personalmente, pero yo por mucho tiempo batallé contra el sobrepeso y la obesidad (y básicamente perdí muchas veces). Debido a lo mismo tuve problemas con el colesterol, con la presión arterial e incluso se dañó parte de mi columna lumbar. Sin embargo, en el poder de Dios, hoy puedo decir que estoy libre de este problema, no por mis esfuerzos o mis méritos, sino porque cuando obedecí a Dios y comencé a ocuparme mayoritariamente de lo espiritual, lo carnal perdió su fuerza y su dominio sobre mí se debilitó; es por eso que hoy puedo echar mano de ese dominio propio, ya que estoy más ocupado en lo espiritual que en lo terrenal; pero nada de esto procede de mí.


Y es por esta razón es que el apóstol Pedro en su segunda carta nos insta a que nos ocupemos en nuestro dominio propio cuando dice:


vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe, virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. (2 Pedro 1.5–9)

Como dije antes, yo cometí la negligencia de descuidar mi cuerpo, y es por eso que quiero que siempre recuerden, mis amados, que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y, como tal, tenemos la obligación de cuidarlo, porque de lo contrario seremos castigados por Dios si lo destruimos. Escuche:


¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es. (1 Corintios 3.16–17)

Mis amados hermanos, el sobrepeso y la obesidad conllevan un gran número de otras enfermedades, tales como la diabetes, la hipertensión, el colesterol alto, problemas osteo-articulares, reflujo, acidez estomacal, estitiquez, infartos cardíacos, etc. La lista es larga, por tanto -y como ya mencioné antes-, como creyentes tenemos un mandato divino de cuidar de nuestros cuerpos, porque de todo ello daremos cuenta a nuestro Señor cuando estemos en su tribunal (1 Corintios 3.12-15).


Entonces, para concluir, hermanos -y diciendo esto como alguien que luchó por sus propios medios y perdió por muchas veces contra su peso-, les puedo decir que en Cristo tenemos toda victoria sobre cualquier aspecto de nuestras vidas; pero sí o sí debemos negarnos a nosotros mismos de manera diaria, echando mano de este dominio propio que Dios nos proveyó en su Hijo Jesús, a través del Espíritu Santo que recibimos cuando nos convertimos. Así que seamos sabios y, como nos insta el apóstol Pedro, ejercitémonos en el dominio propio provisto por Dios cada día para así agradarle a Él; digo esto especialmente a aquellos hermanos que padecen hoy en día de sobrepeso u obesidad.


Que el Señor les bendiga.


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