La murmuración

Versión en video: https://youtu.be/v_PVtquXZ0k

No murmuréis los unos de los otros, hermanos. El que murmura del hermano, y juzga a su hermano, murmura de la ley, y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. (Santiago 4:11)

La murmuración es un pecado sutil pero peligroso. A menudo se disfraza de preocupación o de una simple conversación, pero en realidad puede ser un veneno que daña la comunión entre los hermanos en Cristo. La Biblia nos advierte repetidamente sobre los peligros de hablar mal de los demás, especialmente dentro del cuerpo de Cristo.

El pueblo de Israel cayó en la trampa de la murmuración en numerosas ocasiones. En el desierto, murmuraron contra Moisés y Aarón, pero Dios dejó claro que en realidad estaban murmurando contra Él (Éxodo 16:8). Sus palabras no solo demostraban ingratitud, sino que también revelaban una falta de confianza en la soberanía y provisión de Dios.

En Santiago 4:11, Dios nos exhorta a no murmurar ni juzgar a nuestros hermanos. Cuando lo hacemos, nos ponemos en un lugar que solo le pertenece a Él, pues es el único juez justo. La murmuración destruye la unidad en general, y no solo se ven afectados unos pocos hermanos, sino toda la iglesia, puesto que siembra discordia y debilita nuestra relación con el Señor.

Jesús nos enseñó que nuestras palabras reflejan lo que hay en nuestro corazón (Mateo 12:34). Si nuestros labios proclaman el amor de Dios, pero en privado criticamos y deshonramos a nuestros hermanos, ¿realmente estamos viviendo en obediencia a Cristo?

Antes de hablar, preguntémonos: ¿Mis palabras edifican o destruyen?  ¿Estoy promoviendo la unidad o la división en el cuerpo de Cristo? ¿Lo que voy a decir refleja el amor y la gracia de Dios? 

Mis hermanos, si hemos caído en la murmuración, arrepintámonos y pidamos al Señor que nos ayude a usar nuestras palabras para bendecir y edificar. Y recordemos que nuestra lengua tiene el poder de dar vida o de causar destrucción (Proverbios 18:21).