La misericordia inmerecida de Dios
- 16 nov 2024
- 2 Min. de lectura

Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia. No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. (Salmos 103:8, 10)
En nuestra relación con Dios, a menudo olvidamos que estamos delante de un Dios santo y justo, quien tiene toda autoridad para juzgar nuestras faltas, e incluso, destruirnos. Sin embargo, el Salmo 103 nos recuerda algo que transforma nuestra perspectiva: Dios no nos trata conforme a nuestras transgresiones, sino que actúa conforme a su misericordia y gracia.
La misericordia de Dios significa que Él no nos da el castigo que merecemos por nuestro pecado. Si somos honestos, cada uno de nosotros, en nuestras palabras, pensamientos y acciones, hemos fallado. Pero Dios, en su amor infinito, eligió enviar a su Hijo, Jesucristo, para cargar con el peso de nuestras iniquidades.
Cuando leemos que Jehová es «misericordioso y clemente», vemos la paciencia de un Dios que entiende nuestras debilidades. Su «grande misericordia» nos muestra que su compasión es tan vasta como su justicia, y su paciencia nos invita al arrepentimiento.
En lugar de condenarnos, Dios nos ofrece una oportunidad de reconciliación. No porque lo merezcamos, sino porque su carácter está lleno de amor. Este amor nos invita a no tomar su misericordia a la ligera, sino a responder con gratitud y obediencia.
Por esta razón, podemos confesar nuestros pecados a Dios con humildad, sabiendo que Él es fiel para perdonarnos. Esto nos conduce a agradecer, al considerar todas las veces que Dios nos ha mostrado compasión, incluso cuando no lo merecíamos. Por tanto, así como Dios ha sido paciente con nosotros, nosotros debemos mostrar ese mismo amor y paciencia a quienes te rodean, obedeciendo el mandato divino de ser misericordiosos con otros (Lucas 6:36).
Comments