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La liberación que solo Dios da

  • 14 mar 2021
  • 2 Min. de lectura



Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo; y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios. (Lucas 13.10–13 RVR60)


Dios tiene una forma particular de actuar con cada uno de sus hijos. No a todos nos libera de inmediato de las ataduras del pecado cuando nos salva. Es cierto que al momento de creer, su sangre nos limpia de todo pecado (1 Juan 1.7); no obstante, y como dije recién, no somos liberados de inmediato de todo vicio y adicción.


Conozco muchos testimonios de hermanos que a pesar de haber sido salvados, siguieron luchando contra adicciones hasta el momento en que Dios decidió darles libertad. Mientras que a otros les quitó terribles vicios desde el instante en que los salvó. Por eso decía que Dios tiene un trato particular con sus hijos, uno que solo Él conoce en su soberanía.


Probablemente alguno dirá que estoy equivocado, pues el Señor dijo: Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres (Juan 8.36 RVR60). Sí, eso es muy cierto, pero en ninguna parte dice que Él nos libera de inmediato de las ataduras del pecado. Porque vuelvo a repetir, Él tiene sus propósitos que nosotros no entendemos. Tal como en los versos de más arriba, aquella mujer llevaba dieciocho largos años atada por el diablo; y fue tras esa larga espera que fue liberada.


¿Acaso Dios no podía hacerlo antes? ¿Le faltaba poder a Dios para actuar? ¿Es malo Dios por hacerla vivir en tal condición? Sí, podría haberlo hecho antes, pero entonces el Señor no habría podido enseñar que hacer el bien en día de reposo estaba bien y era deseable a los ojos de Dios. No, no le faltó poder para actuar. Y tampoco es malo, porque Dios es bueno (Salmos 136.1), de hecho es el único bueno (Marcos 10.18). Y todo esto lo permitió en su soberanía.


Ahora, volviendo a la liberación; solo aquellos que hemos podido experimentar la liberación que da el Señor, sabemos la gratitud que se siente, tal, como por ejemplo, María Magdalena, quien, debido a lo agradecida que estaba con el Señor por su liberación de aquellos siete demonios (Lucas 8.2), fue la primera en hablar con el Señor (Juan 20.13-17) pues le siguió y le buscó aun cuando nadie lo hacía.


Mis hermanos, todos hemos sido liberados del pecado, por lo que debemos estar agradecidos con Dios. Y así como estas mujeres, debemos no solo glorificar su nombre, sino que además debemos seguirle, de ser necesario, hasta la tumba. Tenemos mucho que agradecer, porque hemos recibido mucho de parte de Dios. Y aunque alguien esté luchando con alguna atadura del pecado, el Señor a su tiempo dará la libertad.


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