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La ley de la cruz




De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.

(Juan 12:24)


Muchos enseñan hoy en día que su uno es fiel al Señor, cosechará salud, riquezas y honor. Sin embargo, eso no es verdad, porque hay muchos creyentes fieles que están enfermos, son pobres o sufren persecución. No obstante, adoran al Señor con gratitud, le sirven lo mejor que pueden —con la ayuda del Espíritu Santo— y conservan el gozo. Eso lo pueden hacer porque creen en la ley de la cruz: que si muerte al yo, producirán frutos espirituales que perdurarán para siempre.


Leí acerca de un hombre que lleva a cabo un programa para niños en un barrio pobre. Emplea personan que enseñan a coser, leer y otras manualidades. Además, opera una escuela con jornada completa (todo el día) durante sis semanas en el verano, y celebra una escuela dominical y una reunión de enseñanza de la Palabra de Dios ese mismo día, en un edificio que él mismo limpia. Cientos de personas se benefician de su trabajo, ¡pero solo un promedio de ocho personas asisten a esa iglesia! Sin embargo, él continúa, porque está motivado por su amor a Dios y por la ley de la cruz que dice: «si uno muere al yo y sirve a otros, cosechará los frutos por la eternidad».


El principio que el Señor Jesús enseñó en el versículo del encabezado, acerca del grano de trigo que muerte antes de que pueda producir fruto, quedó expresado plenamente en su muerte y resurrección. Nosotros también necesitamos vivir cada día por esa ley de la cuz. Debemos plantar acá para cosechar allá, tal como nos dice su Palabra:



Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. (2 Corintios 9:6)


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