Alexis Sazo
La lógica de Satanás

Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? (Job 1:9)
¿Qué pasa cuando se escribe el cuento de los tres cerditos desde el punto de vista del lobo? El profesor y escritor Jon Scieszka pensó que a los niños les fascinaría esa modificación. Y tenía razón; en poco tiempo se hicieron varias reimpresiones de su libro: The True Story of the Three Little Pigs (La verdadera historia de los tres cerditos). Su libro llegó a estar entre los libros infantiles más vendidos.
En esta historia, el autor afirma que el lobo no estaba interesado en comerse a los cerditos, sino que aquellos tres cerdos egoístas le tendieron una trampa. Él simplemente había ido a pedir prestada una taza de azúcar para preparar el pastel de cumpleaños de su abuela. Estornudó, no resopló, cuando la casa de paja por casualidad se derrumbó.
En este cuento para niños podemos ver el razonamiento retorcido del lobo, porque conocemos que la historia no ocurrió de esa manera. Bueno, acá tenemos un ejemplo de cómo las mentiras del diablo pueden sonar muy convincentes, aunque sepamos que no son la verdad. Recordemos lo que nos dijo el Señor:
El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. (Juan 8:44)
Cuando leemos el primer capítulo del libro de Job, vemos como Satanás acusó a Job delante de Dios de tener motivaciones egoístas para servir a Dios. A menudo el maligno utiliza una estrategia similar en nuestras vidas. Trata de convencernos que las motivaciones malas son buenas y las buenas, malas; pero no olvidemos que: «no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz» (2 Corintios 11:14).
Estemos siempre alerta, velando y orando para no caer en sus engaños, porque este malvado ser únicamente busca que los creyentes tropecemos al poner oído a sus mentiras y su lógica retorcida. Y nunca olvidemos que él constantemente ronda a nuestro alrededor con el deseo de devorarnos (1 Pedro 5:8).