Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. (Romanos 14:10b)
Matías aprovechaba las numerosas ocasiones que tenía para hablar de su fe con Iván, un amigo y compañero de trabajo, para animarle a aceptar a Jesús como su salvador personal. Un poco hastiado por la insistencia de su amigo, Iván terminó diciéndole:
—Todo el tiempo me hablas de un salvador, pero no me interesa tener a quien que pague en mi lugar. Si he hecho algo mal y si hay un Dios, ya responderé yo mismo ante Él por mis actos. De acuerdo, pero ten cuidado —Respondió Matías y agregó—, en Uruguay, serás juzgado según el derecho uruguayo; en España, lo harás bajo el derecho español; pero ante Dios, serás juzgado según el derecho de Dios. ¿Y qué dice el derecho de Dios? «Pues el que obedece todas las leyes de Dios menos una es tan culpable como el que las desobedece todas» (Santiago 2:10 NTV). Entonces, ¿te arriesgarás a ser juzgado bajo ese derecho? ¿Qué pasará contigo si no tienes un abogado que interceda por ti? Porque en aquel momento estarás a solas ante Dios, quien ya no estará como un amante y misericordioso salvador, sino como el juez de toda la tierra, que conoce todas las cosas y delante del cual no habrá justificativo. Vuelvo a preguntar: ¿te arriesgarás a ser juzgado bajo ese derecho?
Más tarde, fue Iván el que quiso hablar con Matías sobre el asunto, después del trabajo, y lo hicieron hasta muy avanzada la noche. Deseaba hablar acerca de ese salvador, e incluso envidiaba las certezas que su compañero tenía. Al cabo de unas semanas, Iván finalmente reconoció su condición de pecador perdido, fue arrepentido a los pies de Jesús, le pidió perdón y también le pidió que le salvara de aquel terrible juicio. Desde aquel momento tuvo la misma certeza que su amigo Matías:
Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. (1 Juan 2:1)
Iván ya no temía enfrentar aquel juicio, pues contaba con un abogado que pagó todas sus deudas por él. Lo cierto es que nuestro Dios, en su justicia, debería condenarnos debido a nuestros pecados. Sin embargo, hizo todo lo contrario, nos ama y nos brinda su gracia, la cual recibimos al creer en el Señor Jesús como el único salvador. Tras lo cual pasamos a ser hijos de Dios:
Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios. (Efesios 2:19)
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