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  • Foto del escritorAlexis Sazo

La imprenta y la Biblia



Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre. (Isaías 40:8)


Secretos, demandas legales y los últimos avances tecnológicos forman parte de una noticia que algunos han llamado «el mayor logro de los últimos 1000 años». No se trata de chips microscópicos ultra–poderosos que pueden procesar una cantidad incalculable de información o la última inteligencia artificial capaz de opacar al ser humano, no, es la historia de la primera imprenta de Johannes Gutenberg en 1455.


Gutenberg había tratado de mantener su invento totalmente en secreto hasta que estuviera terminado, pero una demanda legal que entablaron los herederos de unos inversionistas, reveló en qué estaba trabajando. Su imprenta fue una maravilla de la tecnología que haría posible la impresión de literatura.


Cuando Gutenberg terminó su imprenta, el primer libro que imprimió fue la Biblia. Ese solo acontecimiento a la larga haría que la Biblia fuera el libro de mayor distribución del mundo. Antes de 1455 había sido preservada porque se hacían meticulosas copias individuales, pero desde entonces, la Biblia se ha producido en masa.


¿Por qué ha atraído tanta atención este libro? ¿Por qué fue el primero que escogió Gutenberg? ¿Y por qué se siguen imprimiendo millones todos los años? Es sencillo, la Palabra de Dios no es como cualquier otro libro, es la revelación escrita de Dios para el hombre, y además posee vida en sí misma: «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hebreos 4:12). Esto es porque Dios mismo la inspiró (2 Timoteo 3:16) y la ha preservado a lo largo de la historia, ya que ella obedece a su voluntad: «así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié» (Isaías 55:11).


¡Bendito nuestro Dios que ha permitido que su Palabra llegue hasta nuestros días!

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