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La importancia del testimonio delante de Dios



Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros. (2 Corintios 1:12)


Nuestro testimonio es una parte fundamental de la vida cristiana. Como creyentes, somos llamados a vivir de una manera que refleje la gracia y la verdad de Cristo en cada aspecto de nuestra vida. En este pasaje, el apóstol Pablo habla del «testimonio de nuestra conciencia». Aquí, nos invita a examinar la manera en que vivimos, no solo ante los ojos de los demás, sino ante la presencia de Dios, quien ve lo más profundo de nuestro ser.


Pablo nos da un ejemplo claro: su conducta, tanto en el mundo como entre los creyentes de Corinto, se caracterizó por la sencillez y sinceridad que provienen de Dios, no por astucia o sabiduría humana. Esto nos recuerda que nuestro testimonio como cristianos no se basa en nuestra capacidad para impresionar a los demás con palabras o actos grandiosos, sino en una vida genuina, transformada por la gracia de Dios.


Un buen testimonio implica una conducta  de sencillez y sinceridad, lo cual significa un estilo de vida transparente y sin doblez. Como creyentes, debemos preguntarnos: ¿nuestras acciones reflejan una vida que está alineada con la verdad de Dios? Por cierto, la sinceridad no significa perfección, sino honestidad y autenticidad. Es ser veraces con nosotros mismos y con los demás, sin pretender ser algo que no somos.


Muchas veces, el mundo, nos empuja a actuar de acuerdo con intereses egoístas o manipulaciones. Sin embargo, el testimonio del cristiano debe ser guiado por la gracia de Dios. Porque es su gracia la que nos capacita para vivir de manera que glorifique a Cristo. Esto significa que dependemos de Dios en todo, reconociendo que no somos nosotros quienes hacemos la obra, sino que es su Espíritu a través de nosotros.


Entonces, ¿vivimos con la sencillez y sinceridad que proviene de Dios? ¿Nuestra vida refleja la gracia divina en lugar de la sabiduría del mundo? La idea es que cada uno de nosotros pueda decir, como el apóstol Pablo: «nuestra gloria es el testimonio de nuestra conciencia». No una gloria que proviene del orgullo, sino del gozo de saber que hemos vivido de una manera que honra a Cristo.

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