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  • Foto del escritorAlexis Sazo

La hora de la gran cita



Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. (1 Tesalonicenses 4.14,17 RVR60)


En una de las tumbas del cementerio de una aldea se puede leer: «A nuestra amada hija. Falleció a la edad de 33 años. Ella está en el cielo y nos espera». Esta inscripción expresa la esperanza que tienen los padres de ir al cielo y allí hallar a su hija, creyente también.


La Palabra de Dios habla de la muerte de los creyentes. Dice que los que «durmieron» en Jesús, un día serán despertados por el Señor cuando venga por segunda vez, para resucitar su cuerpo, pues su alma ya está «con Cristo» (Filipenses 1.23). Ese día él se llevará a todos los que le pertenecen, es decir, a aquellos que fueron salvados por la fe en su obra en la cruz.


Los muertos que hayan creído en el Señor Jesús resucitarán cuando Él venga (Juan 6.40), y junto con todos los creyentes que aún estén vivos en la tierra en ese momento, se irán al encuentro del Señor en un cuerpo glorioso. Que es algo similar a lo que el apóstol le dijo a los hermanos de la iglesia a los Corintios:


He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. (1 Corintios 15.51–52 RVR60)


¡Cuán consoladora es esta certeza para aquellos que ven morir a uno de sus amados que había puesto su confianza en Jesús! Todos los creyentes nos apoyamos en esta promesa del Señor. No obstante, no todos resucitarán de la misma manera, ya que existen dos resurrecciones:


Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. (Daniel 12.2 RVR60)


Le pregunto a usted que lee estas líneas: ¿Estará presente en la hora de la gran cita? ¿Será resucitado para vida o para condenación?


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