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La gracia barata



Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo quita; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto. (Juan 15.1–2 LBLA)


Existe un mal en la cristiandad que se viene arrastrando desde hace mucho; y que varios autores le denominan como la gracia barata. Tiene que ver con una corriente doctrinal que enseña que una vez convertidos no tenemos que hacer nada más, porque basta con solo tener fe en Jesús, pero jamás dar frutos.


La idea es que como la salvación es por gracia y las obras no salvan, entonces, basta con tener fe en Cristo y ya, no se necesita más. Claro, es cierto que la salvación es únicamente por fe y que las obras nada pueden conseguir, tal como leemos en Efesios:


Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2.8–9 RVR60)


Sin embargo, en el versículo que le sigue a estos dos nos explica cuál fue la razón de Dios Padre para crearnos en su Hijo:


Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (Efesios 2.10 RVR60)


En este versículo podemos ver que fuimos creados en Cristo Jesús al convertirnos a Él con un propósito, el de hacer las buenas obras que Dios Padre nos preparó de antemano. Y si no cumplimos con ese cometido divino, nuestra fe no tiene vida en sí misma:


Pero alguno dirá: Tú tienes fe y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno. Haces bien; también los demonios creen, y tiemblan. Pero, ¿estás dispuesto a admitir, oh hombre vano, que la fe sin obras es estéril? (Santiago 2.18–20 LBLA)


Lo que Santiago nos dice es que si no hay obras en un creyente, no hay vida. Porque la manifestación de la fe que hemos abrazado en el Señor Jesús, son las obras de fe que hacemos. Por eso agrega al final del capítulo dos:


Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. (Santiago 2.26 RVR60)


El problema no es solo que ese tipo de pensamiento y doctrina son antibíblicos, sino que además, dan pie para que los creyentes sigan viviendo en pecado, ya que no deben hacer nada más el resto de sus vidas. Claramente esto forma parte de las mentiras diabólicas que el maligno. Así que, hermanos, no nos dejemos engañar por esta clase de mentiras y cumplamos con el propósito divino de trabajar y dar frutos a treinta a sesenta y a ciento por uno.


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