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La escasez de la fe en nuestros días



Pero cuando el Hijo del Hombre regrese, ¿a cuántas personas con fe encontrará en la tierra? (Lucas 18.8)

Nuestro Dios es Omnisciente, es decir, lo sabe todo. Conoce el pasado, así como el presente y, por supuesto, el futuro. Nuestro Señor Jesús hizo esta pregunta a sabiendas que en los días finales de la humanidad, la fe sería un recurso escaso, incluso entre su pueblo. Quizás alguien se pregunte porqué digo tal cosa. Pues porque, si tomamos como ejemplo la pandemia del “coronavirus” (lo pongo entre comillas, porque coronavirus o mejor dicho coronaviridae, no es un virus en específico, sino que es toda una familia de virus que cuenta con subfamilia [coronavirinae y torovirinae] con varios genus [alfa, beta, gama, y deltacoronavirus; y torovirus y bafinivirus]), podremos ver que la fe de muchos creyentes es, básicamente, inexistente.


¿A qué me refiero con esto? Que a pesar de que muchos proclaman creer en el poder de Dios y confiar en su mano, existe un gran número de cristianos que incluso dentro de sus casas usan tapabocas o mascarillas por temor a “no contagiarse”, sin que haya nadie que salga de casa y aunque no haya nadie contagiado en la familia. ¿Acaso estos cristianos no tienen fe en la protección de Dios? Claramente no. Muchos cristianos, hoy en día, son presas del miedo y viven ocultos en sus casas, como si fueran iguales a los inconversos que temen a la muerte; mientras que la Palabra de Dios nos dice:


La persona que ama no tiene miedo. Donde hay amor no hay temor. Al contrario, el verdadero amor quita el miedo. Si alguien tiene miedo de que Dios lo castigue, es porque no ha aprendido a amar. (1 Juan 4.18 TLA)

Esta clase de creyentes no solo no conocen a Dios y su poder (porque si le conocieran no temerían), sino que además le son desagradables a sus ojos, pues bien dicen las escrituras:


De hecho, sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad. (Hebreos 11.6 NTV)

A ver, que no se malentienda, no estoy diciendo que como creyentes debemos salir sin las protecciones correspondientes o exponernos a cualquier tipo de peligro con actitud temeraria para demostrar que tenemos fe, no. No es ese el llamado que hago, porque, primeramente, debemos dar testimonio para los de fuera (inconversos), testimonio de que obedecemos a las autoridades puestas por Dios. A pesar de que nos parezca que es una medida innecesaria esto de usar tapabocas o mascarillas para andar en la calle.


¿Saben a qué me recuerda esta actitud? A la actitud que tiene la gran mayoría de personas que trabajan en salud y el miedo que le tienen al contagio del VIH, un virus con una tasa de contagio media de un 0.3%, incluso si me cae sangre infectada en una herida, la probabilidad de contagio es menor a un 0.09%. Pero nadie le tiene miedo al virus de la Hepatitis B, que no solo es altamente contagioso (de un 22 a 31% de contagio si me punciono con una aguja con sangre infectada) y extremadamente mortal (de un 37 a 62% de desarrollar la enfermedad), sino que además, se mantiene vivo en superficie por más se una semana.


Los creyentes de hoy le temen a un microorganismo invisible al ojo humano, porque temen enfermarse y morir; pero vuelvo a preguntar ¿Y la fe dónde está? ¿Acaso no tenemos un Dios Todopoderoso que nos puede librar de cualquier peligro? Y si por abc nos enfermamos y morimos ¿Acaso no iremos a la presencia de nuestro Dios en el cielo?


¡Qué bajo hemos caído como cristianos! ¡Cuánta falta de fe! ¡Qué tristeza me produce ver que le creemos más al hombre o tememos más a una enfermedad de lo que le creemos y tememos a Dios!


A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo. (Isaías 8.13)

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